El objetivo del Real Zaragoza era absorber el tuétano futbolístico del Girona y lo logró dejando en los huesos física y sobre todo tácticamente a un equipo que venía con cinco victorias consecutivas en la cartuchera. El conjunto aragonés no se dio tregua en su particular festival carnívoro, con un oleaje erosivo ante los diferentes formatos de partido que se fueron sucediendo. De salida seccionando cualquier intención combinativa del adversario, y en el tramo final trepando hasta la yugular del cuadro catalán primero con un centro del campo donde Zapater jugó con Lluís López, Narvaéz y Azón y que acabó con una defensa de tres centrales. Nunca sufrió. Muy al contrario. Se armó de carácter en Tenerife y amplió esa personalidad grupal en este nuevo reto contra un gallo de espolones de oro.
El plan era que el Girona padeciera todas las plagas posibles y el programa se cumplió sin borrón alguno. El apetito destructor no fue una labor ordinaria. Al contrario. El Real Zaragoza comenzó a bocados y poco a poco se puso a saborear el partido en las botas de Borja Sainz y en las de Vada mientras Eugeni transitaba por la meditación, estado que abandonó por completo cuando parecía que iba entrar directo en la enfermería. Un golpe en la rodilla con serio aspecto de lesión grave le hizo hervir la sangre y sumó a la causa su mejor y más aguerrida versión. Era una tarde de cuchillos largos, de implicación colectiva y de laterales de mandíbula incisiva. El espectáculo ferroviario de Gámez y Chavarría por sus respectivas vías hizo que descarrilara cualquier empeño del Girona de inquietar a Cristian Álvarez, con dos jefes de estación insuperables, Francés y un Jair imperial en el aire.
En la primera tarde de otro futuro para la institución, certificado que el club cambiara de propietarios, el equipo de Juan Ignacio Martínez lo festejó con un partido completo al que sólo le faltó definición y alguna buena decisión en los últimos metros. Todo no puede ser. Si hubiesen acertado Azón en la primera parte o Narváez en la segunda, el triunfo habría sido sonado. Para el marcador, para el resultado, fue suficiente el gol de Borja Sainz, un acción que reunió todos los ingredientes que distinguen a las obras maestras en este deporte: pelea con dos defensores, velocidad, robo, control, orientación y una cuchara en carrera ante la salida de Juan Carlos. Digna de un artista. Indigna de esta categoría, por supuesto. Hacía siglos que no se veía una terminación tan delicada después de haber dejado por el camino el reguero de sangre de sus perseguidores. La mejor bienvenida a la nueva era.
Aun con tanta disciplina, predisposición y horizontes despejados en varias contras, el Real Zaragoza no se dejó seducir por los encantos de la victoria antes de rubricarla. Mantuvo la firmeza colosal en defensa, con Zapater de intransigente y eficaz aduanero. En ese rompeolas encallaron Nahuel Bustos, Álex Baena, Iván Martín y luego el díscolo Samu Sainz y el temible Stuani… Todos primeros tenores sin voz ni voto, todos devorados por un equipo que lo fileteó sin compasión sobre el altar del sacrificio.
Ficha técnica
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Fran Gámez, Francés, Jair, Chavarría; Zapater, Eugeni (Lluís López, m.68); Bermejo (Narváez, m.58), Borja Sainz (Nano Mesa, m.79), Vada (Sabin Merino, m.68) e Iván Azón (Nieto, m.79).
Girona: Juan Carlos; Arnau, Santi Bueno, Bernardo (Terrats, m.46) (Moreno, m.59), Juanpe, Jairo; Aleix García, Pol Lozano (Samu Saiz, m.46), Iván Martín; Álex Baena (Valery, m.70) y Nahuel Bustos (Stuani, m.59).
Gol: 1-0. m.33. Borja Sainz.
Árbitro: Iglesias Villanueva (Comité Gallego). Amonestó con tarjeta amarilla a Francés, del conjunto local y a Nahuel Bustos y Juanpe del visitante.
Incidencias: Partido correspondiente a la jornada 35 de Liga de Segunda división disputado en el estadio de La Romareda ante unos 18.000 espectadores