Fundidos por la Fundación

Una cosa es tomarse el primer partido de la pretemporada como una prueba y otra muy distinta como un bolo de verano. El Real Zaragoza nunca supo distinguir a lo que estaba jugando en La Planilla frente a un Calahorra que fue más equipo y que propuso mejor fútbol con personalidad, protegiéndose hasta adelantarse en el marcador y después imprimiendo un ritmo de conjunto de superior categoría hasta hacer el segundo. No se le exigía mucho al conjunto de Juan Ignacio Martínez porque se presentaba a esta cita sin fondo ni forma, aunque con suficientes argumentos como para, en algún momento, dejar impronta profesional en el campo. Se puede perder –ya lo hizo el Eibar frente al mismo adversario– pero con tan poca sangre competitiva y debilidad de carácter resulta sonrojante. Por no hablar de esa incapacidad ofensiva que late más allá del Toro Fernández y de Álex Alegría y que ha heredado Vuckic, protagonista de un error de la vieja escuela y que hizo bajar de forma estrepitosa su valor de mercado si se desea colocarle en algún lugar.

Quizás sea mejor así. Que la realidad brote con toda su crueldad para dejarse de mensajes obstusos apuntando al optimismo de días mejores. El Real Zaragoza, producto de la parsimonia de la compraventa, de la incertidumbre, del atasco en las negociaciones y sostenido por un buen número de chicos que poco pudieron hacer para demostrar algo, no se parece en nada a un equipo como bien se lo demostró el Calahorra. La paciencia se consume, sobre todo después de espectáculos tan bochornosos e injustificables siquiera con el arranque de temporada y la baja respuesta física en este contexto. Los riojanos afrontaron el encuentro en idénticas condiciones y por momentos parecieron titanes en los balones divididos, en la intensidad, en las ganas de ganar.

El tiempo corre muy en contra del Real Zaragoza, desnudo por completo en el césped mientras en los despachos se juega al escondite de los negocios. No hay respeto hacia el aficionado, desinformado hasta de la mínima noticia, y el equipo refleja esas caóticas maniobras en la oscuridad sin haberse reforzado más allá de Fran Gámez, a quien JIM reservó por completo. Pide a gritos ayuda la plantilla y de no producirse cuanto antes ese acelerón de fichajes es muy probable que el equipo de JIM lo pague durante todo el curso. Si sigue así de desnutrido en los compromisos que le esperan en la concentración que empieza este jueves en San Pedro del Pinatar, con Elche y Valencia de por medio, el trauma puede ser de órdago venga quien venga después.

Falló Cristian, saliendo como un colegial en el primer gol, y falló todo el mundo en el segundo, en un monumental desajuste defensivo en un balón colgado. Y falló Vuckic, quien continúa sin desvelarse a sí mismo en qué posición juega, esa ocasión que un delantero no yerra ni proponiéndoselo. Y lo más triste, Carbonell, una de las promesas de la cantera, se tuvo que ir lesionado en camilla tras un golpe en la espalda, justo antes de que cayera una fuerte tormenta sobre La Planilla. Pobre Real Zaragoza, en menudo charco anda metido. Así lo tiene la Fundación y su incapacidad, una más, hasta para irse con decoro.

 

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