Una vez más, ahora contra el Mirandés, equipo y entrenador buscan su primer triunfo desde la profundidad del abismo y del ultimátum condicionado
¿Quién fue primero, el entrenador o el equipo? Es la eterna incógnita cuando la crisis alcanza por lo general un punto de no retorno. Se le da una vida más al técnico para que resucite a un vestuario que ya no sigue ni entiende su credo. Suele ser una jornada tirada a la basura, pero en el calendario de los desastres se añade una semana a la espera de un milagro que, de ocurrir, necesita un cambio radical que extrañamente se produce. El Real Zaragoza está en la profundidad de un abismo que afecta a Gabi Fernández, quien apenas tiene crédito a nivel interno ni entre la afición, y a una plantilla de la que se desconoce si dispone de recursos para salir de ese laberinto de sombras y luchar por la salvación con otro entrenador al mando. El técnico ya ha dejado patente en las seis primeros jornadas lo que se presuponía de sus capacidades de profesional novato: sin victorias, ni goles, ni fútbol y un plan de juego antediluviano, comparte con sus chicos un penosa imagen que tiene a ambos en zona de descenso, con tres puntos de 18 y tres goles a favor, números más que alarmantes.
Esta noche mendigará el Real Zaragoza un triunfo frente al Mirandés en Mendizorroza (20.30) que sólo beneficiaría a Gabi Fernández. De sumar los tres puntos, seguiría al frente con todas las consecuencias, nada halagüeñas pese al respiro momentáneo. En ninguno de los partidos se ha vislumbrado la sincera intención de ganar, con giros en la alineación y en los cambios desconcertantes, convirtiendo la pelota en una enemiga que causa pavor y desazón. Bajo una orden táctica tan elemental como vulnerable, los futbolistas han solicitado asilo político en medio de esa emboscada de incongruencias. Continuar en ese estado de desgobierno por vencer en este encuentro sería como recoger un caramelo con medio cuerpo bajo la apisonadora, pero se concederá la prórroga aunque el peligro se mantenga vigente.
Otro resultado, un empate o una derrota, aceleraría el relevo en el banquillo, una maquinaria que se ha puesto en marcha entre bastidores. La cuestión será descubrir hasta dónde llega este equipo sin el paraguas de Gabi, una reestructuración fracasada para conseguir una temporada de transición, sin sobresaltos. Con el corazón en un puño con media docena de jornadas consumidas, la visita al Mirandés hiela la sangre pese a que el adversario, como antes la Real Sociedad B, el Andorra y el Ceuta esté fuera del catálogo de temibles. El conjunto de Fran Justo, de nuevo rehecho sobre cesiones de jóvenes con cierta proyección, un modelo que la temporada pasada estuvo a punto de llevarle a Primera, está ajustando piezas y en el destierro de Vitoria por las obras en Anduva ha perdido sus dos compromisos. Aun así, no hay razón alguna para pensar que el Real Zaragoza tiene alguna posibilidad. Si acaso arrancar un punto.
Gabi prepara cambios en el once. Recupera a Gabi pero no a Soberón (aquí hay tomate). Seguramente agitará todas las líneas e incluso en el sistema. Va a mover el olmo para ver sin caen peras. O almendras, porque le da igual cómo juegue el Real Zaragoza si gana, la vieja deducción de alguien que se sabe solo y se echa en brazos de los argumentos más primitivos. Lo mejor para el club es una victoria. Lo peor para el club es una victoria. Lo grave es que han convertido el club en un perdedor histórico que implora limosna por los pueblos de la Liga Hypermotion sin que nadie se apiade de su desgracia provocada.
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— Real Zaragoza (@RealZaragoza) September 26, 2025