La tranquilidad refleja un estado de calma mental y emocional que nos libera del miedo, de la angustia y de las preocupaciones. Es decir, se disfruta del sosiego y del bienestar con la respiración relajada. Hace años los mayores nos decían cuando estábamos algo inquietos que «tranquilidad viene de tranca», haciendo referencia a cuando se cerraba la puerta de la calle con una tranca o una madera gruesa que impedía abrirla desde fuera. ¿Cuánto tiempo hace que la afición del Real Zaragoza está sumida en el sufrimiento? Cuando parece que ya se ha tocado fondo, se abren de nuevo las grietas en las cloacas donde ha caído el club que le condena aún más a la oscura profundidad del fracaso.
El domingo se necesita ganar en la pequeña Romareda tanto o más que en Mendizorroza porque aún se sigue en zona de descenso. Ya dispone de toda la plantilla al completo Gabi Fernández y espero que no acuda a las rotaciones para darles descanso a los futbolistas que tengan su capacidad física limitada. O que ha colocado en demarcaciones donde su rendimiento no ha sido positivo. Hace mucho tiempo que no hablo con el actual entrenador del Real Zaragoza, desde que era jugador del conjunto aragonés. Y no fueron muchas porque ya se empezaba a limitar la presencia de los futbolistas y técnicos en los medios de comunicación a través de las ruedas de prensa. Era ya difícil conseguir unas declaraciones suyas diáfanas o espontáneas; ahora resulta imposible porque es el primer paraguas que se abrirá en el momento que llueva. Ni Txema Indias, ni Fernando López, dudarán un momento si la situación se agrava y el público convierte el graderío en una hoguera. Pero por lo que veo y escucho, por su mirada y su expresión no verbal, quiere dar la sensación de un estado de seguridad que no tiene y cierta superioridad ante el director deportivo y el director general en el liderazgo de su ejército.
El fútbol es cada vez más complicado y esconde oscuros intereses que jamás sabremos quienes estamos fuera del búnker. Puede llegar a ser incluso una excusa para otros fines, una plataforma de cara a la sociedad o una llave política que dé el triunfo en unas elecciones ajustadas. Se me encoge el corazón cuando veo a criaturas acudir al campo con las camisetas y banderas del Real Zaragoza, a cuarentones que recuerdan cómo vivieron el triunfo en París y a mayores que tienen en su mente a los «Zaraguayos» y a los «Magníficos» en blanco y negro. La Romareda ya no existe, tampoco entrenadores emblemáticos que puedan permanecer cuatro o cinco temporadas en el banquillo, ni presidentes a los que se pueda ver en el palco representando la historia nonagenaria del Real Zaragoza. Tendremos que seguir caminando por el desierto con la fe como único punto de referencia. Pero esa creencia es como los espejismos, solamente una imagen que desaparece a medida que nos acercamos a ella.