Ganar en Granada para creer en lo imposible

El Real Zaragoza, hundido en la última plaza, visita al penúltimo en busca de tres puntos que enciendan la fe en una salvación que le exige un triunfo cada dos partidos hasta final de temporada

Real Zaragoza e imposible son dos términos que se abrazan con furia en el escenario de Segunda División, un universo que el equipo aragonés lleva camino de abandonar después de 13 temporadas consecutivas de frustraciones y vandalismo directivo. También de pillaje político. Y no para subir, sino para jugar en 1ª RFEF, una categoría a cuya puerta ha llamado con insistencia en los últimos cursos. La desvergüenza e incapacidad de quienes le han conducido a las puertas del abismo, que seguirán al frente sin el menor rubor ni atisbo de solicitar perdón, flota por encima de una afición impotente que ha entregado la cuchara por un club que dejó de ser suyo hace décadas pero al que sigue vinculado por un contrato emocional no escrito. Los números, las estadísticas y el rendimiento de la plantilla,  a la que se quieren dicen los príncipes de la farsa, reforzar en invierno en otra maniobra indecente para desviar la atención, apuntan sin remedio al descenso. A eso se enfrenta el equipo de Rubén Sellés, a lo imposible, a luchar por la permanencia desde el fondo de la clasificación, aún con 90 puntos por disputar de los que necesita tres cada dos partidos hasta final de curso. Puede que un poco menos. Una hazaña homérica en cualquier caso.

En Granada está este domingo (18.30) su primer altar del sacrificio a los dioses. El devaluado conjunto nazarí es penúltimo, por lo que el encuentro tiene además una importancia superlativa para afrontar ese objetivo de fuerte tono utópico. La parroquia confía en voz baja en un milagro en su sagrado derecho de apelar a lo divino ya que lo humano le ha traicionado. El entorno rastrea en el baúl de lo excepcional para hallar ejemplos de otros enfermos terminales que contra todo pronóstico médico abandonaron el hospital por su propio pie y pide la colaboración de voces expertas para incitar a la esperanza. Los hay… El Cartagena de Calero y el Alcorcón de Anquela sin ir más lejos, pero en esta ocasión el entrenador no tiene la experiencia de aquellos y los futbolistas con que cuenta el técnico valenciano no están educados para desenvolverse en la ciénaga. Los opinadores prestan su corazón amablemente aunque en su fuero interno saben que la catástrofe será inevitable si contra Granada, Huesca, Éibar, Leganés y Málaga, los próximos rivales, el Real Zaragoza no vence al menos en tres ocasiones. Se abre una minúscula puerta a la esperanza en esta mini Liga frente a adversarios en problemas o en situaciones incómodas.

La visita al Nuevo Los Cármenes se puede calificar de final. O de principio del fin. El partido destila aroma de zozobra por todos los poros. De unos y de otros, con Pacheta con el pasaporte de la destitución encima de la mesita de noche. La carga de dramatismo es máxima para un Real Zaragoza que evita que la ansiedad acuda a visitarle cada fin de semana. No mira los resultados sino que confía en una mejora progresiva que dé sus frutos mientras haya vida y pese a que las cifras le den la espalda. Da igual que haya perdido cinco encuentros consecutivos y que no haya marcado un gol en los tres últimos y seis en doce. Sellés pregona un salto cualitativo imperceptible y anima a unirse a la convicción de que el tiempo y el trabajo tendrán consecuencias positivas en el futuro, un futuro que es hoy, ahora, ya. Parece un buen hombre. Parece un joven explorador cerca de perderse en la conquista de un sueño nublado de pesadillas.

Para ganar, un verbo que el Real Zaragoza sólo ha conjugado una vez esta temporada, el Real Zaragoza acude con las bajas de Saidu, Radovanovic, Valery, Cuenca, Keide Bare, Tachi y Akouokou, este por sanción. En su modestia, cualquier ausencia se llora amargamente. Sellés deberá insistir en su apuesta por Gomes como central al lado de Insua, mientras que los pasillos exteriores en un centro del campo donde Francho, Moya y Guti seguirán serán entregados a Sebas Moyano y posiblemente Pau Sans, con Soberón sólo de nuevo en ataque. El técnico, quien quizás recupere a Sebastián como novedad en el once pero no a Tasende en su vuelta a las citaciones, seguirá con su plan de interludios entre ser valiente y protegerse, es decir quedarse a medio camino para un equipo sin más brújula que hacer de lo imposible su razón de existir, de ambicionar una gota de oxígeno con la que seguir respirando en la irrespirable situación en la que se halla.

Foto Real Zaragoza

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