Guateque fin de curso

El Real Zaragoza, desatado con el homenaje a La Romareda, se salvará este domingo frente a un Deportivo que lleva días celebrando el 25º aniversario de su título de Liga

El club ha anunciado que este domingo es festivo pese a que la clasificación diga que todavía está en peligro de descenso. Con ganar al Deportivo no tendrá que echar más cuentas, un resultado que se da por hecho de antemano porque si no sería de una imprudencia temeraria organizar el volumen de celebraciones que se han previsto para despedir a la vieja Romareda. Recibimiento al bus de los jugadores, entrada anticipada de la afición al campo, tifos, fotografías en el césped, saque de honor de Reija, camisetas conmemorativas, leyendas en el campo y al final del partido para bajar el telón del estadio por última vez. ¿El partido? Ah sí, comienza a las 18.30 y en lugar de ser el epicentro de la historia ha sido desplazado al gallinero de la jornada y de la temporada más bochornosa que se recuerda. ¿Por qué? Porque el fútbol es así, para qué indagar más. Los romanos ya descubrieron que organizar combates de gladiadores en el circo contenía una poderosa renta política en los momentos que el pueblo amenazaba con revuelta. Además, el Deportivo no parece demasiado dispuesto a aguar la fiesta: sin nada en juego y en pleno homenaje por el 25º aniversario de su título de Liga, se le ve perezoso, sin ganas de enterrar semejante manifestación de alegría por el funeral arquitectónico. Goodbye Eldense.

En ningún caso entra la tragedia en las previsiones. Queda por descubrir si en algún momento de la cita, confirmada la permanencia y un apoyo masivo y fogoso al equipo, la hinchada hallará un espacio para manifestar de alguna manera su terrible desencanto, un año indigno, un curso imposible de soslayar por la desastrosa gestión de principio a fin de un propiedad desentendida del mínimo interés deportivo por el Real Zaragoza. De poco servirá sin embargo una pitada, una pañolada u otro gesto de protesta porque el destino del club seguirá el curso marcado por sus dueños enmascarados, pero es la única herramienta para, al menos, dejar constancia de que los farsantes están detectados y señalados. En este tipo de escenarios, con el triunfo además expuesto como gran logro de la grada, se corre el peligro de efecto hipnótico de tanta emoción cierta y envasada. Siendo como es el adiós a un templo del espectáculo que han compartido, disfrutado y sentido durante más de seis décadas generaciones de honorables zaragocistas, a la gente le puede dar por apresurarse por la caza del souvenir. Un trocito de lo que sea para guardar como recuerdo antes de emprender el viaje al campo modular mientras se eleva la nueva catedral. La vieja Romareda, amputada de su Gol Sur, se va con un guateque en su honor por todo lo alto. ¿Por todo lo bajo?

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