El Real Zaragoza más salvaje deshuesa al Sporting con la mayor goleada de la temporada forzando tres errores de los asturianos y guarecido tras una parada antológica de Badía (3-0)
El partido, la situación y un futuro para conservar la ilusión de una reacción en busca del paraje más alto de la clasificación exigían un Real Zaragoza valiente y embravecido para superar a un rival de alta alcurnia como el Sporting, parejo al espíritu de Felipe Ocampos, legendario ariete gladiador de los Zaraguayos recientemente desaparecido. En la noche del homenaje al Cacique del área de los setenta y del regreso de Raúl Guti a La Romareda, quien abandonó el campo con lágrimas en los ojos tras fracturarse la rodilla –deberá pasar por el quirófano y se despide de la temporada–, el conjunto aragonés saltó a la arena del coliseo y exhibió ese perfil de coloso en llamas que le caracteriza cuanto más complejo es el reto. De principio a fin, con un fútbol de elevado compromiso colectivo, deshuesó con carácter y un plan corrosivo en el centro del campo a un rival incapaz de amortiguar esa agresividad incombustible.
El talentoso Hassan, absorbido por completo por Mollejo, sintió pronto en sus piernas el calor de las entradas con poca piedad. Sus compañeros también pasaron por caja en balones divididos, víctimas de los colmillos de un equipo que salió para intimidar y ganar, muy metido en su papel de paciente depredador, de chico malo al final del callejón. Así consiguió el triunfo y la mayor goleada de la temporada, exprimiendo al máximo tres errores que provocó con el cuchillo largo de la presión y aprovechó sin misericordia. Le falta al Real Zaragoza esa actitud a tiempo completo, también en días como los de Alcorcón, comportarse como un ejército con un fútbol de mayor percusión que estética. En la única aproximación del Sporting, con el 1-0 en el marcador, se refugió en Edgar Badía, en una parada antológica del catalán a mano cambiada para desviar al larguero el zurdazo de Cote. Tener un portero que apaga incendios aislados pero con filo mortífero es un auténtico lujo.
El encuentro estuvo bien organizado por Julio Velázquez. Pero esta vez, al contrario que en Santo Domingo o en otras jornadas de excesiva contemplación, el equipo no se conformó con mantener la portería a cero –la tercera consecutiva– sino que hubo una carga de codicia superior. En ese contexto marcial, la medular con Moya por delante de la defensa y Francho y Guti mordiendo las esquinas, se comenzó a fraguar un partido de incomodidad abrumadora para el Sporting, reducido al pelotazo para hallar sin éxito un mínimo de profundidad con Djuka y Otero tiranizados por Mouriño cuando no por Lluís López y Francés, buscando con obsesión a Hassan, a quien Mollejo le adivinó todos sus embustes con la cintura hasta reducirlo a cenizas de desesperación. El Real Zaragoza bajó las barreras, incluida la de un Zedadka que cumplió con decoro en su debut, y en cuanto pasó su tren, se subió para no bajarse hasta la última estación. Un centro dulce y preciso de Francho fue atacado por Mollejo en su función ofensiva y su frentazo con intención de asistencia se topó con la pierna de Izquierdoz y su manso despeje que se introdujo en la portería de Yañez.
No era La Romareda, invencible desde hace dos meses, campo para cobardes, pero a la fortuna del primer tanto sucedió al comienzo de la segunda mitad una llegada de Guti elaborada por Zedadka y la fantasía de Mesa: el centrocampista disparó al poste en la mejor y más elaborada ocasión e impactó contra Rivera. El canterano dio señales sobre el césped de la gravedad del golpe, aguantó un par de minutos y fue sustituido entre sus propias lágrimas de rabia y el silencio del estadio por el alcance de la dolencia. El Real Zaragoza sufrió un apagón, se enfrío por ese inesperado y traumático percance, y tuvo que aparecer Badía para evitar el empate con una intervención que se podría novelar por capítulos de brillantez. Pero a un centro suicida de Rivera, paralelo al área, saltó Mesa, robó el esférico y puso el 2-0, su octava diana del curso, con un certero derechazo. El Sporting ya no se repuso, mucho menos después de que una cesión a Yañez fuera perseguida por Francho como si intuyera que algo inesperado iba a ocurrir. Y ocurrió. Las manos del guardameta escupieron la pelota y el Zorro sacó la punta de la espada para rematar a los asturianos, que aún pudieron sufrir un castigo mayor en ocasiones de Valera, Manu Vallejo y Enrich. Fue una victoria salvaje, muy uruguaya, muy de Ocampos. Con el llanto de fondo de Guti como nota muy amarga.
Real Zaragoza 3: Edgar Badía; Zedadka (Lecoeuche, minuto 82), Mouriño, Lluis López, Francés, Mollejo (Manu Vallejo, minuto 82); Raúl Guti (Jaume, minuto 55), Toni Moya, Francho; Maikel Mesa (Valera, minuto 72) e Iván Azón (Sergi Enrich, minuto 72).
Sporting de Gijón 0: Yáñez (Sánchez, minuto 78); Pascanu, Izquierdoz, Rober Pier, Cote; Hassan (Fran Villalba, minuto 71), Cristhian Rivera (Varane, minuto 81), Nacho Méndez (Roque Mesa, minuto 71), Gaspar; Otero y Djurdjevic (Mario, minuto 71).
Árbitro: Ais Reig, del colegio valenciano. Mostró cartulina amarilla a Mollejo, por el Real Zaragoza; y a Cote, Cristian Rivera y Gaspar, por el Sporting.
Goles: 1-0, minuto 38: Izquierdoz, en propia puerta. 2-0, minuto 65: Maikel Mesa. 3-0, minuto 70: Francho.
Incidencias: partido correspondiente la vigésimo quinta jornada de liga, disputado en La Romareda con la presencia de 21.147 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del ex-jugador del Real Zaragoza, Felipe Ocampos. Los jugadores de ambos equipos lucieron brazaletes verdes en apoyo a la lucha contra el cáncer.
Lo vi jugar. Era muy justito
técnicamente, pero un extraordinario rematador de cabeza aprovechando su gran estatura.
Ocampos, un grande. Luchador, fajador, con un excelente remate de cabeza. Antes de la llegada de Diarte, marcó el camino. Bonitos recuerdos de infancia. Me acuerdo de sus luchas con Benito del Real Madrid, un defensa sucio, muy sucio. Por cierto, el partido de ayer, lo mejor el resultado. El juego sigue siendo plano. Muy de Segunda División, que es donde estamos. Lo peor, Guti, que fatalidad su lesión.