El partido despide un fuerte aroma a empate en un duelo que nadie quiere perder y con dos entrenadores que deben decidir entre el improbable arrojo o la calculadora
Igualados a puntos y con la permanencia pendiente, Huesca y Real Zaragoza deben decidir si este nuevo enfrentamiento vecinal se ha de disputar a tumba abierta o en las trincheras del conservadurismo. Una victoria supondría quedarse a las puertas de la salvación, pero una derrota, sobre todo para el equipo de Víctor Fernández por su pobre cosecha en las últimas jornadas y su inadaptación a un espacio minado que los azulgrana conocen muy bien, acentuaría la desconfianza y los miedos. El partido despide un fuerte aroma a empate en un duelo que nadie quiere perder, entre dos conjuntos con una enorme flaqueza atacante que, sin embargo, disfrutan de una considerable fortaleza defensiva. En principio, el encuentro tiene todo el aspecto de afrontarse con las pulsaciones muy bajas, ajeno a la pasión y rivalidad de otras ocasiones. Serán sus entrenadores, más que nunca, quienes opten por el arrojo o por la calculadora, porque el reparto no parece mal negocio.
Hidalgo ha logrado una magnífica estabilidad con pocos medios. Se reparte el protagonismo sin grandes actores y un plan de profundo fundamento colectivo. Víctor Fernández venía con sus ideas pero la realidad ha maltratado sus fantasías. El Real Zaragoza con balón propone muy poco y su teórica estrategia dominadora acaba cuarteada entre despejes largos y delanteros buscavidas, donde Azón es el único que responde si Mesa descuelga cerca del área y se queda incomunicado. El Huesca, en su modestia presupuestaria, cuenta con un programa mejor para competir en estos pantanos, un enjambre de avispas que con Javi Martínez, Elady, Óscar Valentín y Sielva pueden hacer mucho daño sin más puño de hierro que un Obeng imprevisible. La personalidad dirá más que los nombres en este choque que se antoja plúmbeo, dilatado sin excesivas noticias en las áreas y con un respeto compartido que descarta otro espectáculo que la tensión y las porfías físicas.
El Real Zaragoza y Víctor Fernández necesitan el triunfo por acercarse lo máximo posible al fin de una pesadilla. El Huesca e Hidalgo, que ya han dejado de ser pasajeros del tren de la bruja, tienen la ventaja de actuar como locales y sin urgencias psicológicas. En esa encrucijada de estados de ánimo y dinámicas resultará muy atractivo comprobar qué papel deciden interpretar los técnicos, cuál será su mensaje de inicio. Quizás el técnico de Granollers ordene una embestida en los primeros asaltos para intimidar y, en caso de no marcar, después replegarse ante un Víctor más discreto que nunca una vez descubierto que la valentía ni los experimentos le rentan. Si el encuentro no se rompe rápido hacia un lado u otro, el empate se convertirá poco a poco en un final muy apetitoso.
Foto El Periódico de Aragón