Tiene razón Juan Ignacio Martínez cuando califica de más holgada la situación del Real Zaragoza en la actual campaña con respecto a la anterior. A las puertas de la jornada 27, el conjunto aragonés tiene tres puntos más (30) pese a contar con dos victorias menos (5) y estar un gol a favor por debajo (20) y uno por encima en contra (26). Que no cunda la ansiedad no reside tanto en el rendimiento propio, edificado sobre 15 empates, como que en esta ocasión haya cuatro equipos descolgados de la salvación. Una distancia de cinco puntos con el Amorebieta y cuatro con el Fuenlabrada, sus inmediatos perseguidores, permiten una latido más acompasado que entonces, cuando cinco de los seis últimos clubes se agolpaban en tres puntos de diferencia.
La similitud a estas alturas en la clasificación y en algunos de esos números hablan de una igualdad visual que no es cierta. El Real Zaragoza dispone de un camino mucho más allanado para la permanencia que en el curso del debut de JIM en el banquillo. El tradicional peaje de 50 puntos para certificar una campaña más en Segunda, la décima consecutiva, va a reducirse. Puede que con 48 o incluso menos sea suficiente. En cualquier caso, conviene llenar el granero lo máximo posible: el Logroñés sacaba cuatro unidades a Alcorcón y cinco a Cartagena en esta misma fecha del calendario y se fue al agujero.
No obstante, existe una diferencia entre aquel Real Zaragoza y este, hermanados por plantillas simétricas en cuanto a su baja calidad. En aquella aventura al límite, el mensaje y la fórmula tan efectiva como casera de JIM caló hondo y agrupó esfuerzos para sobrevivir en una emotiva reunión de esfuerzos. La orilla estaba lejos pero la brazada era vigorosa con los canteranos a la cabeza y Cristian al timón. Ahora, el entrenador ha perdido su aura en el vestuario y la afición, en pie de guerra contra la propiedad, ha comenzado a dudar. El fútbol que se practica es inconexo, de arrebatos infantiles en el inicio de los partidos y caídas de tensión con el paso de los minutos, sobre todo en decisiones defensivas que castigan aún más el mal endémico del gol.
Sobre un escenario con más luces, las sombras ocupan su lugar protagonista en el futuro de un equipo desligado de un sueño que jamás fue y por el que se dejó engañar con mensajes del cuerpo técnico y de los propios futbolistas. El objetivo de la salvación le incomoda, los vínculos son más endebles y su mejor argumento es ser invencible sin victorias, un lugar muy poco fiable. El Real Zaragoza está mejor colocado en esta carrera a 16 vueltas del final, pero en el circuito han brotado curvas más peligrosas y el piloto, dubitativo, mira al retrovisor para que no le sobrepasen o se produzcan accidentes que le favorezcan.