Torrecilla va intentar que antes del encuentro inaugural contra el Ibiza, el Real Zaragoza tenga dos delanteros, incluso el central y el mediocentro que negocia. Puede darse el caso que todos, un par, uno, o ninguno sean presentados antes del viernes y se siga peinado el mercado en fechas posteriores hasta que se baje la persiana el 31 de agosto. El escenario es inadmisible con tan solo dos fichajes firmados dos meses y medio después que finalizar la anterior campaña. La compraventa del club ha servido de justificación para todo tipo de demoras, administrativas y deportivas. En esa operación desdibujada por falta de fondos y que en el más optimista de los casos se ejecutaría una vez iniciado el torneo, es decir sin posibilidad de contratar más futbolistas aporte el capital que aporte la hipotética nueva propiedad, la Fundación se ha dejado llevar por la desidia y por la improvisación. Con el agua al cuello, ya ha comunicado al director deportivo el límite salarial del que dispone, insuficiente para armar un grupo de alta competitividad como se refleja en el recorte de novedades que había previstas para reforzar la plantilla. Seis como mucho cuando las necesidades apuntan a una decena.
En el fútbol, el verano es una estación particular. Tiene un poder hipnotizador que borra el pasado y convierte el futuro un océano de ilusiones renovadas. La directiva del Real Zaragoza, sin embargo, se ha empeñado en que este sea especial, que el bochorno se extienda por la geografía de su terrible gestión. La rácana e insensible campaña de abonados ha redondeado su desastrosa medida de los tiempos en todos los frentes. Aun así, gran parte de medios de comunicación, con especial énfasis en el Heraldo por ser la voz de su amo, está colaborando con mayor o menor fortuna a refrescar las tensiones de la afición. A Torrecilla, JIM y los futbolistas no les queda más remedio que enviar mensajes lo más positivos posible, pero que ese sector de la prensa se entregue sin apenas reflexión crítica a hacer campaña política a favor de un porvenir amable si no estupendo, llegará a estudiarse en las universidades de Periodismo como ejemplo de autocensura profesional.
Admitiendo que el cambio de dueños, la transacción de títulos y sus complicados ajustes y reajustes en las negociaciones supongan un proceso mastodóntico y lento, lo que resulta incomprensible es que no se haya trabajado sobre dos escenarios para decidirse por uno de ellos con el margen suficiente para la construcción de un equipo. A estas horas, el Real Zaragoza no tiene delanteros de claro perfil goleador, justo lo que más necesita, y su posible llegada de forma inminente tampoco sirve de coartada. Sin duda aliviará que estén antes de presentarse ante el Ibiza, aunque carecerán de conocimiento alguno de sus compañeros, de su entrenador, de lo que se ha trabajado en la pretemporada en automatismos y estrategias. Es decir que aterrizarán como un par de satélites a los que acoplar a un sistema en marcha… El Toro, Vuckic y Alegría marcaron un tanto. Esa lección no sólo en cuanto a la nula productividad de los atacantes sino como alegoría de un equipo descompensado, debería de haber sido el punto de partida de la Fundación en cuanto comprobaron que la compraventa podría abortarse o alargarse. El plan B, no obstante, ha sido devorado por el A, el único que se ha tenido en cuenta por una propiedad ansiosa por desprenderse de un club con el que no han podido hacer el negocio que pretendía cuando lo compró por un euro en 2014.
Miguel Torrecilla y Juan Ignacio Martínez, a quien a cada segundo se le nota menos risueño de lo habitual, van a hacer lo que puedan. Les ha tocado un papel de malabaristas sin red, bajo una presión insana y trufada por la inestabilidad de informaciones mudables. El resto de los clubes de Segunda, en función de sus presupuestos y de un contexto económico muy prudente, cuentan con plantillas con cuerpo a la espera de alma. También con delanteros de uno u otro perfil. El Real Zaragoza no, y por mucho que el verano y sus amanuenses prometan una temporada de excelente cosecha, en estos momentos llueven ranas sobre la boca de la primera jornada.