Zapater fue duda por problemas físicos para el encuentro de debut frente al Ibiza, pero al final fue incluido en la citación para no disputar un solo minuto. Difícil de comprender. En Valladolid, esta vez si no al cien por cien sí con garantías de participar desde el principio, tampoco entró al partido. Su ausencia en Pucela fue una decisión unilateral de Juan Ignacio Martínez, una desafortunada decisión no porque podría haber cambiado el signo del encuentro, sino porque el juego reclamaba con urgencia la presencia del capitán para intentarlo. El técnico optó primero por un brusco cambio ofensivo con los relevos de Álvaro Giménez y Borja Sainz, lo que tenía sentido aun con la poca elegancia de dejar a Iván Azón marcado por el camino por haber fallado una ocasión inmejorable para empatar. Después cometió un error grave no por sacar a Bermejo de donde nunca estuvo, sino por apostar por Adrián, con lo que el Real Zaragoza se descompuso definitivamente, con Eguaras fundido y una formación sin conexiones entre la medular y el ataque salvo por el tan impresionante como poco productivo despliegue de Francés. La aparición crepuscular de Petrovic fue el colmo, la invitación a que el Pucela hiciera su segundo gol.
Con una plantilla como la actual, lo excepcional es que JIM acierte siempre. Por muchas virtudes que se le reconozcan y que sin duda tiene, como repite con asiduidad el propio entrenador alicantino, el fútbol es de los futbolistas. Por esas razones, su margen de error ha de ser mínimo, porque el fútbol de sus futbolistas da para poco y, por tanto, de ahí la importancia de todos sus aciertos y de sus dudas. Con el 1-0 e Igbemeke y Bermejo desencajados, el equipo necesitaba serenidad, paciencia y madurez. Es decir la experiencia de Alberto Zapater y su mayor altura competitiva pese a que el tiempo le obligue a administrar los esfuerzos. Había que rearmar el centro del campo, dotar de lógica al ritmo sin manifestaciones de histeria y con pausa. El Valladolid, por delante en el marcador, se sintió cómodo después de haber sufrido en el último cuarto de hora de la primera parte. Pacheta cambió torre por alfil (Fede San Emeterio por Sekou) y se enrocó. JIM se lanzó a por un jaque mate pastor y lo elemental, sumar gente arriba sin control, le impidió crear una sola acción de peligro. Y la confirmación de la derrota. Azón falló; el técnico, también. Un poste por otro.
El Igbekeme que gustó en las salinas de Pinatar y que estaba en la puerta de salida porque no se contaba con él, sigue siendo un jugador desordenado, pésimo como pieza táctica e imprevisible con el balón de los pies, un cúmulo de despropósitos cosidos a su habitual autismo deportivo. Contra el Cartagena, el regreso a la titularidad de Zapater se hace innegociable, sobre todo si en el once se insiste con Bermejo ya sea en banda o por dentro, siempre sencillo de cortocircuitar. Ahora mismo, seguramente lo que resta de temporada, el centrocampista aragonés tiene puesto fijo para liberar a Francho de correr varios maratones dentro del mismo encuentro cuando lo que se necesita del canterano es un mayor rol organizativo que Eguaras no puede asumir en solitario.