Iván Azón, el auténtico milagro

El tiempo de los análisis de la temporada está a punto de caducar. Juan Ignacio Martínez ha sido elevado a los altares, la irrupción de los tres canteranos ha resultado estelar y Zapater ha reivindicado su utilidad por enésima vez. Los paréntesis que abren y cierran lo mejor de este penoso curso llevan los nombres de Cristian y Narváez. Todas las reflexiones coinciden en salvar del naufragio al entrenador y a esos seis futbolistas sin olvidar la aportación final de Peybernes. El orden de importancia, con JIM destacado sobre el grupo, se ha repartido las preferencias. Las tablas de Cristian en la portería; la solvencia de Francés en defensa; la pausa y el control de Francho y la lectura táctica de Zapater en el centro del campo, y los goles de Narváez y la pujanza de Azón en ataque. Para salvar la categoría partiendo de una condena a muerte hay que sumar muchos factores, algunos intangibles y otros procedentes de los imprevisible con los untos administrativos por alineación indebida del Alcorcón o el gol de Cristian en Lugo. Al final, en el retrato aparece inevitablemente un equipo, sobre todo en un Real Zaragoza sin individualidades notables que apeló al espíritu metalúrgico para evitar la catástrofe del descenso.

No obstante y pese a que su labor ha sido muy reconocida, el auténtico milagro se llama Iván Azón. Resulta muy complicado entender la historia de esta campaña y de la propia permanencia sin este delantero que debutó con 17 años y que ha tenido por delante a los tres atacantes fichados para la titularidad, El Toro Fernández, Vuckic y Alegría, y a un entrenador, Juan Ignacio Martínez, que le entregó el puesto por aclamación popular después de defender que el chico era un agitador para los últimos minutos, decisión mucho más que discutible. En pleno proceso de aprendizaje, con muchas asignaturas aún por aprobar, este tanque aragonés se abrió paso por su incombustible constancia. Es cierta la teoría que sostiene que en sus breves apariciones siempre dejaba, por entusiasta y luchador, más huella que sus compañeros en la línea ofensiva. Con el tiempo también más gol, es decir que su estancia en el banquillo era difícil de argumentar con números y sensaciones en la mano.

Los nueve tantos de Narváez (dos de penalti) en 3433 minutos de aparición en el equipo han supuesto 14 puntos; los tres de Azón (todos al primer toque), siete en 1058. El colombiano ha ofrecido tres asistencias mientras que el zaragozano ha provocado dos penaltis para elevar su influencia hasta los 11 puntos: empató en Cartagena (1-1); fue víctima de penas máximas que supusieron la victoria en Fuenlabrada y el primer tanto del empate en Lugo; firmó la victoria contra el Almería y colaboró en el 3-0 ante el Castellón. La comparación entre ambos resulta complicada de establecer y sitúa al cafetero por delante en trascendencia directa sobre el resultado, pero no tanto como parece si la evaluación se realiza en función de la productividad global, del promedio, a favor del canterano. El futuro de Azón reclama, como ya se está gestionando en el club, un contrato más acorde a su valía, también como escudo a los tentáculos de clubes que puedan llamar a su puerta. Aun así, el Real Zaragoza necesita dos futbolistas con gol para la próxima temporada sea cual sea el objetivo y para que Azón sigue creciendo en un espacio más natural, sin las exigencias que siendo un juvenil ha asumido y ha resuelto con una espectacular respuesta. Milagrosa.

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