Los problemas del Real Zaragoza brotan a cada segundo de los partidos, en toda su anatomía y, por lo general, en las segundas partes, donde el derrumbe físico y de concentración es escandaloso. Pero si en defensa y en el centro de campo las lagunas son evidentes, en ataque sus estrecheces son de una anchura monumental. El Toro Fernández y Vuckic, que vinieron con pasaporte de titularidad, siguen atrofiados y aparecen de vez en cuando como recursos de última hora. Tampoco en ese papel residual han aportado lo más mínimo. Narváez, muy condicionado por las dolencias físicas que se le acumulan y que le han relegado a una participación cada vez menos relevante, ha asumido la responsabilidad goleadora en exclusiva. La batería de llegadores tampoco ha equilibrado la sequía ofensiva, con futbolistas que se columpian entre la enfermería y un estrepitoso fracaso por falta de calidad o de aclimatación. Larrazabal, Zanimacchia, Bermejo, Adrián, Igbekeme, Javi Ros... El talento de Francho, a sus 19 años, no ha tardado en desplazar a competidores de rango muy inferior, pero su función organizativa, aunque se descuelga hacia arriba con atrevimiento y apetito rematador, le obliga a reducir las aventuras.
En esa tierra quemada, Iván Azón se ha ganado un puesto que no admite debates. A sus 17 años, vio puerta por primera vez en la Copa y participó en el segundo tanto. Debutó en Liga contra el Espanyol y en los cinco encuentros que le dio Iván Martínez como su gran apuesta personal, el chico no ha marcado, pero en el contexto actual del Real Zaragoza, su presencia arriba afila un poco más al equipo, lo suficiente para que los rivales se mantengan alerta. Azón todavía sigue horneándose, y lo hace en un auténtico infierno, bajo una presión psicológica frente a la que otros veteranos han claudicado. Ese carácter indomable que debe domesticar en algunos esfuerzos desatados en ocasiones más por la pasión que por los rigores tácticos, hace que el equipo tenga una referencia en su dificultosa y lenta transición. Posee un juego aéreo portentoso para prolongar el balón o reñir en las divisiones. Además, simplifica sus intervenciones con la pelota en los pies, descarga muy bien de espaldas, y se ofrece generoso tanto por dentro como cayendo a los costados. Esa personalidad guerrera fija centrales y provoca no pocas pesadillas en quienes aceptan el cuerpo a cuerpo con su prematura fortaleza juvenil.
La historia, la actual mala historia del Real Zaragoza, le ha ofrecido una oportunidad y su respuesta ha sido intrépida y útil pese a que los resultados del equipo pudieran cuestionarlo. Le ha tocado redactar un tesis doctoral en su primer año universitario en el fútbol, pero es la principal baza ofensiva junto a Narváez, con quien mezclaría mejor cuanto más cerca estén ambos. Los desplazamientos del colombiano a las orillas reducen una conexión que combina potencia con velocidad por el centro, en un escalonamiento que podría dar sus frutos con un buen suministro de la medular. En definitiva, Iván Azón no tiene rival por prestaciones, compromiso e inteligencia para adaptarse al medio más hostil posible.