Muchas veces lo que buscamos lo tenemos en casa. Iván Martínez lo vio con meridiana claridad y sin ningún apego hacia los chicos por su relación anterior como técnico juvenil. Simplemente, e incluso al margen de la delicada tesitura del equipo, Francho, Fancés e Iván Azón tenían que ser titulares porque lo dicta el fútbol. Otra cuestión es que el Real Zaragoza necesita refuerzos con alarmante urgencia, y más de cinco por mucho que Torrecilla se haya plegado a la tan seductora como inconsciente invitación de los propietarios de que acuda al mercado de invierno con el monedero de la abuela. El director deportivo tiene suficiente recorrido profesional para haber descifrado que el vestuario hay que alicatarlo con futbolistas de fuera, y no rellenarlo con secundarios para quedar bien con la presión externa. Uno de esos innegociables fichajes es el de un delantero con gol. Luego, el abanico se despliega para solicitar dos centrales, un par de centrocampistas y algún extremo. ¿Utópico? Hasta dónde quiera el bolsillo de la Fundación 2032, que si no está por la labor de invertir con sinceridad debería hacer valer los contactos que se le presuponen en la cima empresarial que pisan a diario. Salvo que, como así parece pese a haber abierto la entrada a capital extranjero, tengan planes exclusivos y de futuro que no recogen a otros molestos inversores.
JIM también debería de hacerse oír en este sentido y no colaborar, aunque sea con la mejor intención, con una directiva de gasto cobarde. En los días que lleva en el banquillo, ha demostrado ser conocedor al menos del estado de ánimo de la muchachada y de qué teclas hay que tocar para que combatan y se aproximen a las victorias frente a rivales de su liga. Se equivoca, o le equivocan, con el Toro Fernández, un futbolista que quizás en otro lugar y en otro tiempo alcance la felicidad, pero que para el Real Zaragoza es un lastre considerable, un tormento, una tragicomedia. Que Iván Azón es más delantero que el charrúa se da en clase como asignatura obligatoria. Pero Juan Ignacio Martínez o no se ha matriculado o, en su bondad infinita, cree que va a convertir a Fernández en Maxi Gómez. El Toro volvió a confirmar que, como mucho es un rematador con físico. Poco más. Se interpuso en el gol anulado a Narváez, donde no molestaba tanto como indica el VAR, le pegó al suelo, perdió pelotas en controles sencillos y en la única ocasión que se fabricó el flan de Marc Martínez le hizo la parada de su vida, por lo menos de la noche. Sufre y hace sufrir en un calvario que afecta y mucho al resto de sus compañeros.
Iván Azón, recién pisado el campo, necesitó un buen centro de Zapater para atacar la pelota como ha de hacerlo un ariete. En primer lugar acudiendo como una fiera, y después dirigiendo el esférico dentro de la portería, una cuestión que nadie había conseguido pese a las múltiples oportunidades que se sucedieron. El frentazo rescató un punto para un Real Zaragoza que tenía un plan bien trabajado y alcanzó su mejor expresión en un contragolpe excepcional de Francho, preludio del tiro de Narváez y la presencia misteriosa de Gabriel Fernández muy cerca del portero, los suficiente para confundir mucho más al árbitro y a la tecnología de revisiones que al guardameta. La suma de errores arriba se suele pagar con algún despiste grave atrás. Es una ley no escrita que coloca al buen samaritano en la cruz. Gallar colgó una falta y Andújar se anticipó a todo el mundo para peinar y desviar la pelota mientras Cristian había cogido un tren en otra dirección. El Cartagena se puso por delante en el único balón aéreo abandonado por sus centrales, hasta ese momento impecables por arriba.
Azón saltó desde el banquillo y reparó la tragedia, que no el drama, con letra redonda y una embestida furiosa. Puso su nombre en futuras titularidades, en una alineación que por ahora pide su nombre, el de Francho y el Francés en la pizarra magnética o en la de tiza de toda la vida. Porque lo casero, lo de siempre, suele ser el mejor producto. Le pese a Torrecilla, a sus superiores o a JIM, que seguro que no volverá a insistir con El Toro pese a las cláusula que le protege. Si lo hace, comenzaremos a sospechar que empatiza con la alianza del mal, con la comunidad del ahorro que tan cara le está saliendo al Real Zaragoza.