Casi todo el mundo está de acuerdo en que Iván Azón es la punta del iceberg de sí mismo, una Excálibur incrustada en su rocoso físico que el propio jugador ha de extraer y empuñar con mayor pulso técnico. La renovación del delantero se hará pública en cualquier momento para acompañar a la de Francho Serrano mientras la de Alejandro Francés se cocina en otro fogón, el de los futbolistas cualificados para jugar en la élite. Los tres van a mejorar sustancialmente esos 80.000 euros que cobraban, el salario mínimo establecido en Segunda, una cantidad ridícula en comparación con otros compañeros que por debajo de la mitad de producción que los canteranos tenían sueldos muy superiores. La nueva propiedad busca un mayor equilibrio, pero en el caso de Azón será complicado que lo logre en relación a la nómina de Sabin Merino, que hasta que no se cierre el acuerdo con el joven atacante aragonés recibe una nómina cinco veces por encima de la del zaragozano.
El desfase es tremendo, insultante si se repasa el rendimiento de uno y otro en la temporada en la que han coincidido en el conjunto aragonés, reflejado en los siete goles que ha conseguido Azón frente el vacío anotador de Merino, reclutado del Leganés en enero para solucionar la grave tara ofensiva del equipo. La confianza depositada por los responsables técnicos en el vizcaíno ha sido ciega, igual que las condiciones de su contratación, desmesuradas en el económico y en lo deportivo –tres años y medo de contrato– por un jugador que nunca ha ofrecido cifras relevantes como artillero ni como titular más allá de sus orígenes en Segunda B y con una edad, 30 años ahora, que estrecha la máximo su margen de mejora.
A la espera de que Miguel Torrecilla acierte de una vez con el encargado de marcar las diferencias en la faceta realizadora, en la plantilla sólo aparecen ambos como punta de lanza. Juan Carlos Carcedo cuenta con el vasco en gran parte porque desprenderse de él es casi imposible, pero si el nuevo técnico tuviera que empezar hoy mismo la temporada con un estudio comparativo y objetivo en las manos sobre las prestaciones de ambos, vería que Azón vale el doble que Merino. No sólo por lo que ofrecido este último curso, sino por los ratios que hablan de su influencia en un plano histórico. Además de considerar que el aragonés, a sus 19 años, se encuentran en plena efervescencia de proyección, mientras que Sabin Merino, se dirige al ocaso sin que el sol le haya acompañado casi nunca.
Los números, en este caso, acentúan los contrastes dentro del marco de Primera y Segunda. El de Urduliz ha firmado 16 goles en su carrera en 8661 minutos (seis de ellos en Primera y dos en Europa League con el Athletic), es decir que necesita seis partidos para ver puerta. Azón, en sus dos cursos en el profesionalismo, lleva once dianas en 2372 minutos, por lo que celebra un tanto cada 2,75 encuentros. Con estas referencias se puede establecer una hipótesis con la mejor versión de los dos si mantuvieran las mismas dinámicas de participación en una competición con 42 jornadas: Sabin haría siete goles y Azón, quince, es decir más del doble. En otro plano, que no se puede pasar por alto, el aragonés, aun hallándose en periodo de crecimiento, ya ha plasmado sobre el césped que posee mejores prestaciones naturales y futbolísticas que su compañero. En cualquier inspección técnica, el canterano aventajaría por mucho la cotización económica y deportiva del ariete vizcaíno. De hecho, en el valor de mercado está por encima en más de un millón de euros (2,5 por 1,2).