La información sobre la compraventa inminente se ha disparado en las últimas horas: primero fue, ayer, Cope Zaragoza con la presencia de Fernando de Yarza en sus estudios y una entrevista en la que el consejero intentó lavar con lejía la imagen de la propiedad y confirmó la aceptación consensuada en las próximas horas de una de las dos «solventes» ofertas que hay sobre la mesa, y segundo, hoy, Heraldo, su brazo armado, con la aclaración de que la propuesta elegida será la del grupo inversor americano, el de EEUU. Se impondrá, por lo visto, la opción presentada por la familia Yarza frente a la mexicana de Orlegi Sports de los Alierta. Capuletos y Montescos aún siguen envenenando Verona en una partida de faroles entre trileros profesionales.
En este proceso que parece llegar a su fin y que liberaría al Real Zaragoza de una propiedad malsana sin conocerse todavía si la nueva será una solución o una prótesis pasajera, destaca un asunto por resolver que enturbia el acuerdo que se firme. En el contrato vinculante figurará una cláusula suspensiva en el caso de que el Real Zaragoza descienda. Es decir que si baja, la compraventa será papel mojado porque fuera del marco del fútbol profesional dejará de tener sentido como negocio. Y hasta que finalice la competición, las decisiones capitales en el apartado deportivo, con la permanencia en el aire y en serio riesgo, seguirán tomándolas los actuales dirigentes. Yarza ratificó en Cope Zaragoza que «la confianza en nuestro entrenador es total, no contemplamos su destitución. Cuenta con todo nuestro apoyo. Además es un tema que compete a Miguel Torrecilla, un profesional independiente a quien no le tiembla la mano como ha demostrado en su trayectoria profesional. Veo a ambos muy motivados y enchufados y cuentan con toda mi confianza». El club, por ahora, continúa en manos de unos irresponsables de tomo y lomo.
El técnico y el director deportivo han agotado sus créditos, con un equipo despeñándose en la clasificación y, sobre todo, en un fútbol que no ofrece garantía alguna para abrochar la salvación. La Fundación, que ha participado con su inmovilismo en el cambalache de la configuración y desfiguración en verano y en invierno de la plantilla, se está jugando todo a la carta de que el Real Zaragoza reaccione o que el Amorebieta y el Fuenlabrada, los perseguidores más peligrosos, no den caza al conjunto aragonés. Cada partido, en primer lugar el del sábado ante Las Palmas, adquiera así un tono de máximo dramatismo, con la compraventa firmada pero pendiente de que JIM dé con la clave y la alineación que no ha encontrado en 27 partidos. Una derrota ante los canarios afiliaría la cláusula de la desvinculación y elevaría un grado más la tensión. El disparate se remata con la entrega de toda la responsabilidad a un técnico y un director deportivo superados por las circunstancias y que acabarán su relación laboral con el club el 30 de junio.
El vestuario, los futbolistas, necesitan un mensaje nuevo, menos pusilánime y más ambicioso que Juan Ignacio Martínez ya no puede transmitir. Un relevo en el banquillo es una decisión arriesgada pero en este caso de obligado cumplimiento para reactivar a unos jugadores que además de tener la responsabilidad de ganar llevan sobre sus espaldas la futura supervivencia del Real Zaragoza. La carga es explosiva y muy pesada. Pero los Capuletos y Montescos están enrocados en la sala de la ruleta rusa, con los americanos de EEUU esperando a ver si el club evita la bala en la sien o si su sangre se disemina sobre la cláusula suspensiva del contrato.