JIM y sus apóstoles entonan la salvación

El vestuario y su entrenador han dejado al Real Zaragoza a las puertas de la salvación con la victoria más rotunda de la temporada, con una armadura táctica impenetrable y una respuesta humana ejemplar, reivindicativa de un equipo que se ha reunido alrededor de la figura mesiánica y sencilla de su entrenador para evitar la desaparición del club. Ellos, tan modestos y sometidos a una lapidación pública por la ceguera o la cobardía mediática, están a punto, posiblemente a un punto, de evitar que una institución magnífica caiga al infierno de la mayor de las humillaciones. La dirección general y la deportiva, la propiedad, abandonaron a la plantilla en verano y en invierno sin la indumentaria adecuada para competir. Una vez confirmado el fracaso y con las fauces del descenso abiertas de par en par, eligieron a Juan Ignacio Martínez en el mercado de entrenadores de segunda mano después de un sonrojante cortejo a Víctor Fernández. No contentos con la desfachatez de su gobierno bananero y grotesco, prepararon una ruta económica por si se producía el ingreso en Segunda B…

En Las Palmas convergieron la fe y la esperanza de JIM y sus apóstoles en una fiesta pagana, el fútbol. Secundarios como Zanimacchia, Tejero y Sanabria resultaron decisivos, líderes de un equipo al que su entrenador ha defendido en el sentido más amplio de la palabra con la mejor estrategia posible, reuniéndole en la convicción, casi en la oración, de que la portería a cero era el camino más corto para sumar, el más inteligente para ver la luz y sobre todo alcanzarla. El milagro de Cristian en Lugo fue una señal, y hubo otros episodios de similar parentesco sobrenatural. Pero no nos equivoquemos y asumamos nuestros pecados: el Real Zaragoza va impedir una catástrofe porque ha tenido siempre los pies en la tierra, porque JIM es un humilde y experto labrador de los estados de ánimo y porque los futbolistas, desde los jóvenes canteranos hasta el indestructible espíritu con solera de Zapater, desde Cristian a Narváez, han respondido con una profesionalidad ejemplar en las penas, en la enfermedad, con la muerte pisándoles los talones a cada jornada.

Por encima de ellos, la nada. A su lado, el aliento agotado pero fiel de una afición omnipresente desde la lejanía. Y en el centro, JIM como creyente, orador de un discurso que ha calado donde tenía que hacerlo, en el corazón de quienes le siguen. En un partido con olor a azufre, a condena, el Real Zaragoza respondió mejor que nunca a su perfil de tribu sin más dios que el sufrimiento, sin más estrella que el trabajo como conducto hacia la dignidad. Por pudor no hay nada que celebrar y, sin embargo, se debe celebrar que estos ángeles caídos, que este Real Zaragoza de cuna austera pero rico frente a la indigencia de sus propietarios, vaya entonar la salve. Debería ser la primera vez que la historia la escriban los perdedores, para que se sepa la verdad, la de una plantilla y un técnico cuyos nombres borrará el tiempo pero a quienes hay que agradecer que se hayan rebelado contra el destino maldito que les habían asignado unos tratantes sin alma, unos pobres diablos.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *