Julio de 2014, julio de 2021: otra vez en pie de guerra

El zaragocismo se puso en pie de guerra el 17 de julio de 2014 frente a la amenaza del descenso administrativo a Segunda B. Ese mismo día, la era Agapito llegaba a su fin con la presentación de la Fundación Zaragoza 2032 como vía de solución seria después de amagos de venta a comisionistas tumbada por el CSD y un personaje exótico, Kadir Sheikh, quien tras pasearse por la capital aragonesa nunca llegó a depositar dinero alguno y terminó retirándose. La situación era caótica y la afición, en número cercano a 15.000 personas, reivindicaba un futuro para el Real Zaragoza. La concentración, convocada por la Federación de Peñas bajo el lema «Final por la Supervivencia», tuvo lugar en la plaza del Pilar. La Fundación, tras hacerse con la mayor parte de las acciones de Agapito Iglesias al precio simbólico de 1 euro, presentó un consejo de administración con César Alierta a la cabeza, un secretario técnico, Ángel Martín Domínguez, depositó cerca de 8 millones de euros para salir del atolladero con Hacienda y se puso a construir un equipo.

La convulsión y la incertidumbre eran absolutas. Víctor Muñoz, el entrenador, hizo encaje de bolillos en la pretemporada con chicos del Real Zaragoza B y del juvenil, entre ellos Jesús Vallejo, hasta que la maquinaría de los fichajes se puso en marcha. En Pinilla, contra el Teruel, el técnico utilizó a Whalley, Roy, Vallejo, Zalaya, Guti, Adán Pérez, Meseguer, Tierno, Pablo Moreno, Nieto, Jorge Adán ‘Guti’, Sergio Gil, David Muñoz, Pablo Alcolea y Gabarre. El 23 de agosto, el equipo acudió con lo puesto a Huelva para dirimir su primer partido de Liga, en el debut de Vallejo y con David Muñoz y Adán Pérez en el once inicial. Martín González reconstruyó la plantilla con las adquisiciones de Cabrera, Mario, Dorca, Ruiz de Galarreta, Hadzic, Borja Bastón, Pedro, Bono, William José, Jaime, Basha, Rubén y Lolo (en invierno llegaría Natxo Insa). A toda máquina, el Real Zaragoza se rehizo para acabar el curso, ya con Ranko Popovic en el banquillo tras el cese de Muñoz, a un milímetro del ascenso a Primera División.

Siete años después, la Fundación deja el negocio que no fue habiendo reduciendo la deuda y los compromisos de pago, pero con el fracaso a sus espaldas y con la entidad en quiebra técnica mientras la operación de compraventa puesta en marcha hace siete meses no termina de concretarse. No va a acometer más pagos, concentrados todos en César Alierta, y quiere recuperar lo suyo y algo más. Huyen, sin más, como han hecho algunos de sus miembros de la estación de esquí de Candanchú (Alierta, la familia Yarza y Forcén). Aquel verano empieza a tener un tufo paralelo con el actual. En cierta forma, incluso peor. Sin información alguna sobre quiénes o quién son los aspirantes a hacerse con el grueso de la acciones de una empresa sin activos, el Real Zaragoza es un auténtico erial institucional y deportivo.

Solo se ha fichado un futbolista para una plantilla por construir de norte a sur, el lateral derecho Fran Gámez, no hay campaña de abonados y todo permanece colapsado entre silencios preocupantes, entre movimientos palaciegos en los despachos. La Federación de Peñas del Real Zaragoza ha enviado un correo interno a Christian Lapetra para que alguien realice algún tipo de declaración oficial que transmita algo de paz. Si no se recibe contestación el viernes, se barajan otro tipo de acciones por parte de los peñistas, indignados, al igual que el resto de los aficionados, con un paisaje aterrador.

A 28 de julio de 2024, con la pandemia y sus restricciones sanitarias de por medio, ni siquiera la calle, como ocurriera en 2014, se ofrece como espacio para expresarse contra el ninguneo de la Fundación. Aquella batalla para salvar al club está a punto de desembocar en otra que exige el derecho a la información sobre una empresa que por muy privada que sea tiene tras de sí una masa social a la que, como mínimo, respetar.

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