La chicos de la cantera, lo único digno de Calahorra

La mayor parte del interés del primer encuentro de la pretemporada se centraba ver en acción a tres futbolistas de la cantera, Pablo Cortés, Ángel López y Luis Carbonell. No consiguieron destacar en un partido del que desertaron la mayoría de sus compañeros bien por incapacidad o por desidia, por falta de actitud o de aptitud que se tradujo en una espantosa imagen del Real Zaragoza sin excusa alguna. Entre las cenizas de una derrota bochornosa y la certeza de que el vestuario necesita una limpieza industrial, de entradas y salidas de todos los colores, los tres dejaron algún detalle que dignifica sus figuras. Cortés, caído a la derecha en el centro del campo pero ofreciéndose por dentro, fue el más activo de la primera parte, del once que presentó Juan Ignacio Martínez en La Planilla. El zurdo combinó con casi todos, se ofreció siempre y le dio sentido y sensibilidad al balón con un toque elegante y preciso. Un ligera llama en un conjunto sin luz. Ángel salió el segunda parte, en una formación aún más desequilibrada donde chirriaba ver a Bikoro de central. El lateral mejoró de largo el experimento de Larrazabal en ese puesto. Atrevido, firme y con aliento para subir la banda y ofrecer un balón magnífico a Baselga que el delantero no alcanzó por centímetros. Carbonell se presentó con ganas de fiesta y un taconazo de tarjeta de visita. Antes de que le aplastaran una vértebra que le dejó KO y le obligó a abandonar el campo, ratificó que es el único que puede aportar algo diferente. Desborde, imaginación… Hasta Puche, su sustituto, dejó un par de muescas de alegría en mitad del cementerio zaragocista. Fueron píldoras agradables en un contexto enfermo, artrítico hasta médula mientras no avance o se certifique la compraventa. Mientras este Real Zaragoza sea la caricatura de la Fundación en su despedida sin honor alguno.

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