Antes de la modernización del fútbol, los equipos se cantaban de carrerilla en todas las esquinas de la ciudad donde hubiera un aficionado joven o veterano. Sin desplazarse mucho en la memoria zaragocista, a mediados de los 90 del siglo pasado quien era interrogado por la alineación la recitaba sin tomar aliento: «Cedrún, Belsué, Aguado, Cáceres, Solana, Aragón, Poyet, Nayim, Esnáider, Higuera y Pardeza«. Era el mejor síntoma de salud deportiva. La evolución hacia plantillas más amplias, las apertura del mercado de invierno, la proliferación de agentes y representantes ávidos por mover la mercancía y la devaluación progresiva del club hasta caer en plantillas de rostros y currículums casi anónimos, han derivado en un Real Zaragoza de Segunda sin relieves. Sólo los chicos de la cantera tienen rostros reconocibles en ese baile convulso de máscaras.
Ocho partidos ha perdido el conjunto aragonés durante es curso pese a que aún siga luchando por la permanencia, metido también, pero a la cola del pelotón, dentro de un nutrido grupo de aspirantes a la sexta plaza. Sólo Eibar y Oviedo cuentan con menos derrotas. ¿Cómo se puede explicar que un equipo tan irregular y con tan poco gol por mucho jugo que le extraiga a cada uno de sus tantos mantenga el equilibrio suficiente para conservar la categoría y permitirse soñar de refilón? Una de las causas reside en su estructura defensiva y, sobre todo, en la continuidad de los componentes habituales de la retaguardia: Cristian, Gámez, Francés, Jair y Chavarría suman 13.164 minutos juntos sobre el terreno de juego, una cantidad que nadie más ofrece en Segunda por lo que se refiere a su primer escudo. El que más se le aproxima es el Girona, su rival del domingo en La Romareda, con los 12.943 minutos que reúnen Juan Carlos, Calavera, Franquesa, Bueno y Bernardo, otro de los muros más solventes del campeonato.
Cristian, si juega los ocho partidos que restan, va camino de completar la campaña con más participación desde que llegará en 2017. El argentino, que está combinando en este curso momentos estelares con otros menos relucientes, conserva el aura de insustituible por su experiencia y algunas paradas que trituran cualquier debate o duda. Fran Gámez, en su primer año en el Real Zaragoza es uno de los ojos derechos de Juan Ignacio Martínez, en parte por la lesión de larga duración de Vigaray. El técnico, cuando ha faltado por lesión o sanción, le ha guardado ausencia en perjuicio de Ángel López, su relevo natural. El entrenador ha preferido a Francés de lateral. Gámez, un carrilero de mejor ida que vuelta, es, con cuatro pases de gol, el máximo asistente. Chavarría ha dado un salto de calidad competitiva considerable. Se presentó del Olot con perfume de extremo y le costó entender su rol para beneficio de Nieto. Ya no duda lo más mínimo: se ha aplicado al máximo en su zona y cuando la abandona sus aventuras cobran sentido.
La clave de esta caja fuerte está en el centro. Jair y Francés, con no pocas intervenciones de Lluís López, forman una pareja de gran armonía. El portugués, minimizando sus defectos y agigantando sus virtudes, focalizados en su contundencia aérea y terrestre, lo ha jugado todo menos un encuentro por sanción. El canterano, con un bisturí más estilizado en la cirugía defensiva, opera todas las jornadas con guante blanco. El domingo le tocará Cristhian Stuani, otro reto para su doctorado de medicina. Los cinco conforman una línea de resistencia de alto voltaje, de las que se pueden recitar de carrerilla sin margen de error porque es la que más repite de LaLiga SmartBank.