El técnico madrileño reduce el circuito de pases en un 27% con sus antecesores, con un fútbol de mucho menos elaboración que reduce la posibilidad de pérdidas y, a su vez, achata las maniobras ofensivas
Gabi Fernández se metió en la sala de vídeos y sacó sus conclusiones: la pelota no le hace ningún bien al Real Zaragoza, en concreto su manejo en lugares donde carece del talento suficiente como para asumir riesgos. Si la defensa es un flan y en el centro del campo no sobra el físico, la salida de la pelota desde atrás y las largas y por lo general tortuosas y horizontales sesiones de pases en la medular carecían de sentido para un equipo que con ese plan se encuentra bajo la seria amenaza del descenso. En su debut frente al Córdoba ya se percibió con nitidez que el balón iba a ser una herramienta a gestionar, en ningún caso con abuso y con la misión de que el rival sufriera con ella. En ese encuentro frente a los andaluces que acabó en empate a un tanto, el conjunto aragonés realizó la cifra más baja de pases de toda la temporada, 227, a una distancia considerable de los 402 que dio en Almería en el último encuentro en el banquillo de Miguel Ángel Ramírez.
La táctica del perro del Hortelano se manifestó en todo su esplendor en la forma en El Sardinero y también en el fondo ante un Mirandés por debajo en número de combinaciones y precisión por la asfixia de los locales. El técnico confeccionó en Santander, dentro de su innegociable 1-4-4-2, una línea de cuatro pivotes por delante de la defensa con Francho, Guti, Arriaga y Moya que contuvo y maniató al Racing hasta la doble amarilla de Iván Calero en el minuto 33, lo que, unido a un par de magnicidios en los goles de los cántabros, condicionó el resto de un encuentro. 311 pases firmó frente a los 329 contra los jabatos para imponerse con un gol a balón parado, de córner, de Jair. La media de entregas desde que Gabi cogió las riendas del equipo es de 289, un 27% menos que con Miguel Ángel Ramírez (395) y Víctor Fernández (402).
Está muy claro cuáles son las intenciones del entrenador actual. Apenas se saca de puerta en corto para crear superioridad en la salida, los defensas se emplean con rotundidad en los duelos físicos y en los divididos y el despeje, sea a la grada o dirigido al espacio, ocupa un lugar de privilegio en el manual de la retaguardia. La aparición de Aketxe y Ares en el once el pasado domingo parecía romper con esa dinámica, pero el Real Zaragoza actúo bajo las mismas manecillas de un reloj que acorta los tiempos de la posesión para llegar lo antes posible arriba, sin apenas transiciones. Con muy poca elaboración, su fútbol carece de un encanto que en realidad nunca ha tenido, pero gana en solidez y reduce la posibilidad de pérdidas. Eso sí, paga el precio de achatarse mucho en ataque, donde Mario Soberón, Dani Gómez y Bazdar han pasado de puntillas. Un gol de penalti y otro de saque de esquina con una reducción notable de la presencia en el último tercio del campo. El balón de Gabi para lograr la salvación es el corazón y la disciplina, valores que no aparecían en los vídeos que estudió.
Es que Gabi es listo y ha sido jugador. Y ha visto que , con estos jugadores,el balón es un suplicio. Antes, las ocasiones del contrario se las dábamos nosotros, no tenían que elaborar nada. Eso, sumado a que un córner en contra es como un penalti , nos ha llevado a esta situación.
Gabi ha metido cemento armado detrás , instrucciones de no titubear y balón hacia el área contraria y , si suena la flauta , metemos un golito.
No es lo más deseable , pero es la única fórmula efectiva para salir del lío en el que estamos metidos.