La decisión de Escribá de fijar al centrocampista en la banda no congenia con la naturaleza de un jugador libre, de un futbolista que descorcha su mejor versión fuera del tablero para sí mismo y para el equipo
Los escaparates de las victorias son muy llamativos, más aún con la exposición tras sus vitrinas de un liderato incontestable y de la única portería que sigue cerrada a cal y canto a los goles. Pero en el fútbol es difícil que en la felicidad, aunque sea completa en números, no exista una trastienda donde se abra algún tipo de debate. Ese espacio se relaciona con la salud de un proyecto, con su capacidad para analizar el rendimiento de un equipo y sus componentes más allá del éxito puntual. Lo fácil, y también lo lícito, es festejar nueve puntos, un botín magnífico desde el que promover las virtudes y limar los defectos. El Real Zaragoza lo ha ganado todo yendo a por el partido ante el Villarreal, siendo más precavido contra el Valladolid y padeciendo el vendaval del Tenerife para luego reponerse con los cambios. El rombo como tal, un sistema que le quedó como un traje a la medida en la pretemporada, lució la primera jornada, pero en las siguientes, sin renunciar a los dos delanteros como proa ambiciosa, el desplazamiento de Maikel Mesa a la izquierda ha tenido un efecto poco productivo. Porque el canario vive y juega en otro planeta mucho más flexible con las reglas tácticas, y reclutado para labores de peón pierde el encanto que tiene fuera del tablero.
En este plantilla nadie tiene el puesto asegurado. Cristian, Jair, Francés, Aguado y Francho dicen lo contrario por el momento, pero el resto, con un vestuario que ofrece múltiples variantes (en Tenerife, la entrada de Valera y Bermejo lo confirmó), nadie puede permitirse un instante de relajación. Escribá parece haberse decidido por el diseño que más le persuade, con cuatro centrocampistas remachado por un doble pivote y dos interiores, aparcando por ahora aquel diamante que tenía a Mesa en el vértice superior y exprimía lo más sabroso del canario. Se preveía que fuera una formación eventual hasta hubiera extremos que permitieran otra puesta en escena por los exteriores, pero el Real Zaragoza desarrollaba un fútbol más dominador, quizás algo más desprotegido en el repliegue pero con una personalidad atractiva de mediocampo hacia arriba. Mesa era protagonista columpiándose por los espacios sin aduanas, muchas veces indetectable para ejercer de receptor sobre todo de Aguado y de enlace de un Bakis más participativo y de Azón, y por supuesto de llegador con gol. Había conexiones que se han desplazado para formar un armazón clásico, con menos fantasía y un orden más convencional. No le sobran al equipo aragonés, intachable en defensa, jugadores con inventiva en zonas donde hacer daño, pero Escribá ha girado hacia un método más cartesiano que en el Heliodoro tuvo que retocar con acierto para incluir a piezas con más soltura y profundidad con el balón, además de devolver a Francho al eje junto a Aguado por la irregular aportación de Moya.
Lo que resulta evidente es que el Real Zaragoza se ha ido mecanizando desde las alineaciones y que es muy posible que el entrenador, en la visita del Eldense, realice los primeros cambios en el once después de tres encuentros consecutivos repitiéndolo. La cuestión es dónde encajaría Mesa esta vez, un profesional que necesita superficies más centradas para sentirse importante y que languidece, como el ataque del equipo, lejos de ellas. Siendo un profesional con carácter, la pérdida de jerarquía reduce su radio de acción y su estado de ánimo. El entrenador apunta a apostar en esta ocasión por Valera, un zurdo intenso y vertical que le ofrece vitalidad en ambos sentidos. Pero, ¿y Mesa? Aquí se podría convocar una mesa redonda con un tema de fondo interesante. Para mantenerle en la titularidad y en lugares de influencia en un once con extremos, habría que recuperarle como falso atacante, un emplazamiento que conoce muy bien y le permite aproximarse al área cargado de sus baterías rematadoras. El Real Zaragoza seguiría con dos delanteros pero debería prescindir de uno, Bakis o Azón, quienes por cierto no mezclan muy bien. Líder, imbatido y disciplinado. El ‘planeta Mesa’ orbita entre la persuasión de los triunfos, pero de su independencia dependen otros compañeros muy concretos y el equipo en general, más alegre con el canario volando sin otro dueño que su inspiración.
Todos somos entrenadores, pero solo hay uno de verdad,desde mi punto de vista,probaría con Mesa por detrás de Bakis,con Bermejo y Varela en las alas, pero Escriba es muy cabezón y quiere jugar con dos delanteros. ¿ podría considerar a Mesa como delantero? Para mi lo es.