El foco de la multipropiedad está centrado en la nueva Romareda. Es de público y político conocimiento, y así se lo han hecho saber Jorge Mas y sus socios al Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza desde la primera toma de contacto. La compra del Real Zaragoza, por lo tanto, se ha contemplado como vehículo que conducía a su participación en ese proyecto y no como eje principal de la apuesta financiera global. Los pagos obligados y las ampliaciones de capitales hasta una inversión próxima a los 25 millones de euros que han rebajado la deuda y han permitido establecer el límite salarial en 10 millones, pero la plantilla del primer equipo no ha dado un salto cualitativo suficiente como para postularse a estar entre los seis mejores al final del campeonato. Los resultados han corroborado esa flacidez competitiva como consecuencia de un plan que persigue la complicidad futura con el equipo en función de cómo evolucione a su favor la construcción y explotación del estadio.
La esencia de la compraventa ha sido mucho más inmobiliaria que deportiva pese a presentarse la justa mejora contractual de las piezas más valiosas de la cantera y su profesorado de la Ciudad Deportiva como elemento fundamental y de pertenencia de un programa que siempre ha emitido un mensaje muy tibio sobre el ascenso. La continuidad de Miguel Torrecilla y el fichaje de Juan Carlos Carcedo en contra del terrible historial profesional del director deportivo y a la inexperiencia del entrenador a pie de banquillo son claros síntomas de que el objetivo está marcado por una transición sin ruido. Raúl Sanllehí, director general, ya comunicó en su primera puesta en escena que sus superiores no querían entrar como un elefante en una cacharrería, sino establecer un proceso de cambio progresivo. La fachada de un edificio de materiales baratos y esa diplomacia de aparente sensatez se le ha venido abajo muy pronto con el estruendo que se pretendía evitar. Frente al Oviedo, la grada se lo hizo saber con una queja multitudinaria y de perfume ancestral, de cuando el Municipal rugía con crítica feroz. El Real Zaragoza carece de personalidad alguna después de nueve partidos y el técnico ha participado intensamente en que no la encuentre dentro de un vestuario donde el excéntrico rompecabezas de Torrecilla naufraga sin pies.
Sanllehí contuvo la primera avalancha contra Carcedo después de cuatro encuentros sin ganar. No le parecía de recibo que se le cuestionara. La visita a El Sardinero de mañana se producirá sin embargo bajo la tormenta perfecta. Se han pausado los triunfos, no hay gol, no existe un método reconocible y el fútbol que implanta el técnico es de michochip obsoleto, en función casi siempre del rival. El director general, cuya apuesta por Carcedo es muy personal, no va a tomar una decisión drástica y estirará su credibilidad hasta donde le sea posible. A Torrecilla ya le han encargado los deberes para el mercado de invierno. Los mensajes que envía la categoría en cuanto a su escandalosa irregularidad deberían incentivar una reacción de la propiedad, ya que colarse entre la media docena de aspirantes a subir ha disminuido una barbaridad sus exigencias. Al variar el contexto, permanecer inmóvil ante semejante oportunidad sería de una insensatez mayúscula.
El relevo de Carcedo y de Torrecilla son de obligado y urgente cumplimiento. Forman un equipo de trabajo nefasto por falta de cualificación y de ambición con sus marcados perfiles de funcionarios, lo que les ha alejado de los futbolistas. Todo queda en manos de un Sanllehí que, de enrocarse, podría ser responsable de un nuevo horizonte con la Primera RFEF de fondo, algo que seguramente la propiedad no había incluido en sus previsiones de negocios. No es un canto de sirena. La Liga llama al Real Zaragoza, como a la mayoría de los clubes, al playoff como meta real y sugerente siempre y cuando se ejecuten acciones inmediatas para conseguir presentarse a las puertas del próximo mercado lo más cerca posible de esa línea divisoria entre los aspirantes y el resto de argonautas. La espera a los marcadores frente a Racing y Villarreal B, aun siendo positivos, no van a ofrecer otra dimensión a largo plazo de un equipo sin argumentos para mantener la intensidad y gestionar la presión.
Los nuevos propietarios tienen el campo en el iris de sus intereses, pero no se les puede escapar los suculentos beneficios y el prestigio que adquirirían con un ascenso a la primera después de diez años en Segunda, algo que ha dejado de ser una utopía incluso para un conjunto tan limitado. Que Sanllehí ejerza de única cuña entre el capital y su cometido deportivo no sería aconsejable con tanto en juego a no ser que el ejecutivo traslade esta nueva tesitura al consejo de administración para la relectura de la situación, muy favorable para cualquiera que asuma el resto de las jornadas con carácter y solidez grupal. Ahora bien, el hallazgo de un nuevo entrenador tendría que llevar implícito la contratación de jugadores que amplíen su capacidad de maniobras. Con especial hincapié no ya en la delantera, sino en un centro del campo descorazonador por falta de liderazgo, de extremos con desborde y centro preciso y de criterio profundo en general. El playoff llama a la puerta, la cuestión es querer abrirla o quedarse fuera con Torrecilla y Carcedo de aldabones oxidados.