El Real Zaragoza necesita muchos y buenos jugadores para esa zona defensiva, pero es un equipo con enormes vació en la medular y en ataque, algo que parece haber quedado en segundo plano
Txema Indias ha atacado la enfermedad yendo al centro neurálgico del problema, una defensa y sobre todo un eje central de la misma que hizo aguas durante la temporada completa. Todo el mundo está de acuerdo y encantado con el cambio global de protagonistas, con las salidas de Jair, Vital, Clemente y la casi segura de Kosa, sin que se entienda muy bien para qué se otorga una prórroga a Lluís López, de igual o peor nivel que sus compañeros. Quizás esa carta en la manga sea de previsión, por si el mercado se pone tenso y la falta de recursos económicos obliga a seguir contando con el catalán, una opción que hace sospechar que hay límites para la reconstrucción de la zona cero del Real Zaragoza. El foco se ha puesto en el lugar correcto; la luz, está por ver cuando empiecen a llegar los fichajes. Sin embargo, el conjunto aragonés es un paciente con muchas más patologías, entre ellas las pocas condiciones defensivas de los que siguen con contrato, acentuadas por la imposibilidad de contratar a Arriaga, un futbolista ciclópeo que echaba cemento entre tanta grieta.
El Real Zaragoza de este futuro que comienza el 11 de julio con la pretemporada necesita bastante más que la concentración de esfuerzos para solucionar los desarreglos del núcleo de su zaga. Sea para alcanzar los 50 puntos cuanto antes o para entrar de chiripa entre los seis mejores. Los laterales también hay que atenderlos y no con menos interés. Por la derecha, Gabi no se fía de Calero ni de Luna, este último camino del Almería, con el prometedor Juan Sebastián pujando por la titularidad a poco que se esmere. En la izquierda se ha ido Nieto, testimonial el pasado curso, y se ha quedado sólo Tasende, aún resolviendo en su personalidad deportiva si es lateral, carrilero o extremo, con evidentes lagunas en la que debería ser su función principal a favor de un buen asistente. Indias y el entrenador tienen faena para sembrar en un jardín con considerable maleza.
Así, el centro del campo y la delantera han quedado en un aparente segundo plano cuando resulta que muestra enormes vacíos y una cantidad considerable de futbolistas bajo sospecha a los que se espera reanimar en gran parte con actos de fe y, por supuesto, porque están en nómina y no se puede soportar una purga con indemnizaciones de por medio. Se creen recuperables por ejemplo Toni Moya y Ager Aketxe, dos futbolistas que nunca han sido la alegría de la huerta, que campan por el campo sin el temperamento adecuado y sin los registros que exige además la Segunda División. Ni a balón parado, sus fuertes, son constantes. En Kedi Bare y Raúl Guti se comprende la confianza, si bien, ¿hasta dónde les dará sus físicos, precisamente su mejor argumento? Es una duda razonable a despejar con el tiempo. Queda Francho, a quien se le ha entregado la bandera sentimental y la de un liderazgo que por carácter no tiene. Es un profesional encomiable y un esforzado de las rutas. También el nexo de unión con la tierra, cada vez menos representada en la plantilla. De ahí a ponerle al frente de la tropa… A la medular le falta masa ósea.
En ataque hay gente de sobra. ¿Cuánta fiable? La inexplicable cesión de Liso al Getafe ha acabado con la casta de los extremos naturales, al menos con los que disponen de registros para actuar muy por fuera. La pieza ofensiva más valiosa es Mario Soberón, mártir de las lesiones que se convirtió el pichichi con diez goles. Dani Gómez sólo es un punta de acompañamiento, y Pau Sans sin duda representa la esperanza. De Bazdar, con el talento en el refrigerador, se espera que en su segunda experiencia en el Real Zaragoza muestre una mayor adaptación y una actitud menos adolescente, un doble reto que genera dudas porque su talante no parece precisamente evolutivo. O madura o continuará dejando sólo una perla cada veinte jornadas. Se echan de menos un par de atacantes: uno que aporte velocidad y desborde y otro que colabore con Soberón con idéntica o superior puntualidad realizadora. La lectura de los centrales es buena por cierta y mala porque restringe una perspectiva más universal de los conflictos generales del equipo.