Del futuro y futurista campo que comenzará a construirse tras el último bis de Bunbury se ha hablado de todo: de la lluvia de millones que costará y del monzón de millones que producirá y del estilo y la sostenibilidad y los partidos de tronío que acogerá el confortable e icónico estadio. Sin embargo, ni una sola alusión a cómo se integrará la historia dentro o fuera de su estructura
El cierzo peinará el futurista diseño de la nueva Romareda, que comenzará a edificarse en varias fases a partir del 6 de julio, horas después de que Enrique Bunbury haya regalado su último bis del concierto que ofrecerá en el viejo estadio, y cuya finalización está prevista para 2029 con el Mundial a la vuelta de la esquina, un campeonato para el que Zaragoza aspira a ser sede. Sobre el templo se ha dicho de todo, con especial énfasis en su costo y en la supuesta lluvia de millones que producirá su explotación. También se ha destacado su vanguardismo, integración en el entorno y confort para la familia futbolística de la ciudad, que podrá acoger partidos de tronío además de los de su club. La magia de la modernidad y de la necesidad han dominado el discurso del Real Zaragoza, el ayuntamiento y el Gobierno de Aragón, los tres socios que conforman la sociedad mercantil encargada de hacer realidad lo que fue sueño y pesadilla en anteriores proyectos. Sin embargo, en el fragor de la batalla y de los festejos se ha echado de menos la mínima o nula alusión a cómo quedará reflejada la historia de la institución dentro o fuera de la estructura. Habrá un mueso y se supone que se cuidará hasta el más pequeño de los detalles en un espacio nuclear que debería tratarse con especial cariño e igual empeño por la carga emocional que contendrá.
Nunca ha sido el Real Zaragoza una entidad que cultive el pasado como ejemplo para el presente. En contadas ocasiones y por lo general a golpe de improvisación ha honrado a sus exfutbolistas y personajes más ilustres como se merecían. La actual propiedad, que instaló por primera vez en el estadio dos capillas ardientes, la de José Luis Violeta y la de José Ángel Zalba, ha intentado corregir esa grave desatención en la primera oportunidad que se le ha ofrecido, el adiós de Alberto Zapater. La despedida del centrocampista aragonés fue, sin la menor duda, la mayor y mejor ceremonia jamás vivida en La Romareda, un espectáculo que concentró los sentimientos y los valores alrededor de la figura del jugador, abrigado por una afición que le cantó su eterno agradecimiento. La nueva Romareda, y es lógico, está deslumbrando por la magnitud y el significado de la obra, pero sus impulsores, además de dotarla de palcos VIP, superficie comercial, naming, avances tecnológicos, eventos musicales y otras citas que engorden la cuenta de ingresos de unos y otros, deberán invertir tanto en más en honrar la memoria de quienes desde 1932 han formado esta gran e insigne familia.
«Te merecías esa estatua en San Mamés y mucho más, amigo», le dijo Marcelino a Iríbar, componentes de la selección ganadora de la Eurocopa de 1964, días después de que el Athletic sembrara una estatua del legendario portero en la explanada de San Mamés. El busto del primer gran goleador del fútbol español, el mítico Pichichi, se encuentra en la entrada al túnel de vestuarios de La Catedral. La Santísima Trinidad compuesta en bronce de los balones de oro George Best, Denis Law y Bobby Charlton saluda a Old Trafford. Eusebio custodia el Estadio Da Luz. Bobby Moore reina en Wembley. Lev Yashin vuela junto al estadio moscovita Luzhniki. Laszlo Kubala golpea un balón frente al Camp Nou. Luis Aragonés luce orgulloso delante del Metropolitano… ¿Dónde estará José Luis Violeta cuando se inaugure la flamante Romareda? ¿En qué lugar se podrá visitar a los Cinco Magníficos? ¿Qué tribuna llevará el nombre de los campeones de la Recopa? Por ahora, imbuido todo por lo profano se ha dejado a un lado a los dioses. El legado de un equipo necesita una luminosa visualización de las leyendas por derecho propio y como lugar de peregrinación o admiración para las diferentes generaciones de aficionados. A fin de cuentas la modernidad se esculpe en el taller del tiempo que nunca trascurre en el olimpo.
TOTALMENTE de acuerdo con su comentario , casi seis años para hacer un estadio y se olviden de sus figuras, increíble pero cierto solo propaganda para el ayuntamiento actual, para el presidente del gobierno ARAGONES y para el millonario JORGE MAS , pero se olviden de los ídolos ZARAGOCISTAS.