La excelente noticia de la renovación del canterano contrasta con los gestos de un presidente vacío de sensibilidad hacia Real Zaragoza
Durante estas fechas lo que importa de verdad es lo que está sucediendo en los despachos y las cabezas de Víctor Fernández y Juan Carlos Cordero. Los obstáculos y las facilidades que se están encontrando en las negociaciones para optar a los futbolistas que consideran más oportunos para su proyecto. Ayer, cerraron el acuerdo de renovación con Adrián Liso, un chico de la casa con cualidades y calidades dispuesto a ganarse un lugar principal en el equipo la próxima temporada. Fue el primer movimiento de un proceso complejo de reestructuración de la plantilla, con la puerta abierta para que salgan un gran número de sus actuales integrantes y para la entrada de jugadores que, obligatoriamente, han de resultar diferenciales si el objetivo final es estar lo más cerca posible del ascenso. No va a ser sencillo porque se necesitan dos porteros, dos centrales, tres o cuatro laterales, un par de centrocampistas de físico africano y espíritu argentino, un par de extremos a toda pastilla y otra pareja de delanteros, uno de ellos con historial goleador. Hay que aflojar o prescindir de nóminas fatigosas para cuadrar cuentas y permitir una inversión que en ningún caso debería ser cautelosa. Todo lo contrario. En los últimos once años, 38 de 66 plazas para subir directa directamente o disputar la promoción han sido copadas por equipos que en cada una de las temporadas figuraban entre las seis plantillas más valoradas en el mercado. El dinero no da la felicidad, pero la aproxima mucho en este deporte.
Desde hace décadas este juego se ha transformado en un negocio más duro que puro. Por eso, resultó refrescante el anuncio de que Liso, aún lejos de esa atmósfera enviciada y sin escrúpulos incluso con los niños en su más tierna formación, han sido valorado como se merece. Un golpe de romanticismo no exento del interés de sumar al profesionalismo a un joven con una considerable proyección. Anoche, gracias al trabajo de los responsables de las redes sociales del club, nos acostamos pescando con él, y hoy nos lo hemos encontrado a los pies de la cama dándonos los buenos días con su familia y su sonrisa. La desmesura informativa, en este caso, es comprensible por el calado de la operación y porque no viene mal reactivar la ilusión de la gente mientras se van confirmando fichajes que lo consigan de una forma más rotunda. También porque las noticias, por el momento, escasean. El extremo es una excelente captura, pero el Real Zaragoza tiene que echar las redes sin cesar y en alta mar. La cantera le va a ayudar, si bien un planteamiento de regreso a Primera implica dotar al vestuario de fortaleza mental y experiencia como viga maestra.
Todo esta por ver y certificar. Si la propiedad se va a volcar de una vez con todo y su mejor arsenal para responder a las expectativas de Víctor Fernández, quien si se ha decidido cumplir con su contrato no es para pasearse por los jardines de la medianía. A la espera de reconocimientos oficiales y en mitad de un océano inabarcable de intereses ciertos y rumores varios sobre la caza de Juan Carlos Cordero con Mariano Aguilar y Emilo Cruz al quite, nada cambia en el universo de un Jorge Mas que volvió a demostrar su más absoluta insensibilidad hacia la institución que preside. El día de Liso, el Inter Miami publica que ha fichado a Raúl Sanllehí en la última y desafortunada sinergia de los despachos. El empresario estadounidense ha sido siempre una figura casi decorativa aun con su aproximado 25 % de Real Z LCC, pero es el rostro bonito elegido por el fondo de inversión. Su presencia en Zaragoza se ha ajustado a momentos muy puntuales, la mayoría relacionados con la nueva Romareda y la búsqueda del apoyo de las instituciones. Por lo demás, no ha ejercido como el principal representante de la entidad por la distancia geográfica y, lo peor, por un desapego indisimulado frente sus verdaderas prioridades deportivas.
A Mas, enamorado del Real Madrid desde 1973 como se encarga de recordárselo en cuanto tiene la oportunidad a Florentino Pérez, está centrado en su joya de Florida. El primer presidente extranjero de la historia, algo anecdótico si atendiera con más proximidad al Real Zaragoza, tiene el derecho de gestionar el Inter como le apetezca o crea más conveniente. Darle un puesto a Raúl Sanllehí en el organigrama es una decisión administrativa que podría haberse evitado, y mucho más si subraya el talento del ejecutivo incluyendo en su currículum su paso por la capital aragonesa. La mayoría de las decisiones del ejecutivo en sus dos ejercicios a la cabeza del club blanquillo han sido muy desafortunadas, reflejo de un desconocimiento absoluto de la cultura del equipo y sus realidades y de la mala elección de sus consejeros.
Ver a Sanllehí sonriente en su reencuentro con Messi y otras leyendas blaugranas y como hombre de confianza junto a Mas un par de semanas después de que se fuera del Real Zaragoza hace daño a los ojos del zaragocismo y conduce, ineludiblemente, a pensar que antes de redactar su extensa y dolida carta de despedida ya había metido el pasaporte en la maleta para una huida dorada. Este tipo de gestos proteccionistas manchan la imagen de un grupo que ampara a los suyos por encima incluso de los suyos, si es que el Real Zaragoza lo es. Desde luego, para Jorge Mas ocupa un escalón inferior.
Sanllehí ha ido donde siempre había tenido que estar: Miami, Arsenal, Barça…pisando moqueta. Un viejo club, venido a menos, en Segunda División en España es un tipo de empresa que requiere otras facultades y virtudes. Y de paso, la propiedad nos ha colocado un chaval cuya máxima experiencia es pilotar una franquicia en una liga muy menor como la de Canadá. Como dicen los jóvenes:»es lo que hay «. Y lo de Jorge Mas, qué guión se han perdido Azcona y Berlanga para una película.