Finalmente, con la camiseta del Albacete, el Real Zaragoza hizo oficial el fichaje de Maikel Mesa. Aunque hasta el 1 de julio no se vinculará contractualmente al equipo aragonés era necesario confirmar lo que ya era público. Un vídeo donde se dirige durante unos segundos a la afición blanquilla es lo que ha sellado una primera sensación de tranquilidad en el público que también espera ver cerradas las negociaciones políticas para saber con seguridad si comienzan las obras de La Romareda en el plazo previsto. Pero quiero volver al apellido «Mesa» que me hace regresar a mis primeros tiempos como periodista deportivo donde clubes como el Sporting de Gijón tuvieron un crecimiento formidable y una caída terrible, mayor incluso que la del equipo maño.
Los más veteranos recordarán los años setenta del siglo pasado una alineación formidable: Castro; Redondo, Rezza, Doria, Cundi; Joaquín, Mesa; Morán, Quini y Churruca. Una vez fueron subcampeones de Liga y dos de Copa, con un traspaso formidable del club asturiano al FC Barcelona con el que triunfó el ya fallecido goleador gijonés. Que no disfrutó de Zaragoza como se merecía al ser secuestrado en marzo de 1981 por unos delincuentes que le mantuvieron veinticinco días en un zulo bajo un taller de una calle de la capital aragonesa.
Pero yo les iba a hablar de Manolo Mesa, gaditano del equipo rojiblanco, que siempre me hizo gracia por sus largos cabellos, barba y aspecto de «ñu», un antílope de complexión pesada y con unos cuartos delanteros parecidos a los de una vaca. Por entonces eran comunes los reportajes sobre ellos cuando cruzaban un río y significaban un festín para los cocodrilos. Como también para leones, guepardos o hienas. Lo siento, siempre recordaré con ese mote a Mesa que también abrazó la política local con el PSOE sin éxito y ahora disfruta de su jubilación.