La triste balada del Real Zaragoza con el balón

La pelota se ha convertido en el objetivo del Real Zaragoza de Juan Carlos Carcedo, más aún ante la ausencia de un delantero que invite a un juego directo como alternativa, pero su interpretación está resultando una triste balada. La secuencia de pases se suceden a la espera de que con ese oleaje por lo general horizontal, el rival se despiste y deje un espacio para filtrarse, aunque los pocos que ha localizado en las tres primeras jornadas no le han servido para marcar un solo gol. La aglomeración de gente por dentro le permite ser dominador en algunos tramos del partido, pero sólo ha sorprendido por medio de sus laterales, Chavarría y Fran Gámez. Grau y Molina, a quienes se busca con obsesión y tejen un fútbol correcto y carente de profundidad, son torres de control sin aviones a los que enviar la orden de despegue. Vada, Francho y Petrovic tampoco aportan fluidez ni fantasía en exceso, en el caso del aragonés mucho menos si parte como corcho defensivo en ataque. Bermejo es el único que, de sol a sol, aporta algo distinto, mientras Eugeni, con perfil de director, nunca termina de hacerse entender por completo entre la desafinada orquesta.

La masificación en el laboratorio no produce descubrimientos notables. Tampoco ayuda en absoluto que esta plantilla carezca de un jugador con habilidad para el desborde personal, para romper líneas superando rivales. El Real Zaragoza es el equipo con menos regate del campeonato hasta la fecha, algo que, al igual que su permanente negación ante el gol, arrastra por tercera temporada consecutiva. Corre tras recuperación con la ansiedad de quien ha robado una joyería a la luz del día, y si el enemigo se repliega a tiempo, reinicia hasta la saciedad su nuevo plan retrasando el balón todo lo que sea necesario. La anestesia, por lo general, es total. Duerme el partido y a los adversarios, pero como no dispone de una alarma despertador de tres cuartos hacia delante, como mucho sale de los encuentros con el empate inicial como premio. En Cartagena, ni eso. Estuvo cerca de conseguir el tercer 0-0 pero la desmesurada expulsión de Grau le afectó demasiado.

Que le hace falta una referencia arriba con gol es una evidencia hasta en las tertulias de las guarderías infantiles. Sin embargo, vuelve ser preocupante no sólo la inocencia rematadora de la segunda línea, sino su insuficiencia cualitativa para el pase inteligente. Gámez, lateral, fue su mejor asistente el curso pasado, y en el corto trayecto del actual ya se ha postulado, aunque sin éxito aún, como centrador con más intención. Los desplazamientos en largo brillan por su ausencia y precisión porque, salvo ayer Giuliano, no hay quien se deje ver. Narváez es una isla desierta de recursos intimidatorios y Mollejo va desquiciado… El volver a empezar se hace desquiciante, con meta como mucho al borde del área. Sobre la media luna se acabó la fortuna.

En ese impotencia general para transformar la posesión en fútbol productivo colaboran cada vez más los defensas. Los laterales se ofrecen para la aventura una vez que los volantes se meten hacia dentro y les fabrican un canal para salir con verticalidad, pero Francés y Jair, aun conservado gran parte de sintonía y solidez, se han ido acomodando en la toma de responsabilidades para establecer un punto de partida más elaborado. El zaragozano cumple y el portugués continúa dominando como nadie el espacio aéreo pero con serios problemas con el balón en los pies. Entre ambos ha colaborado a que el Real Zaragoza aparezca entre la lista de los equipos que más despejan: ante la mínima presión o problema se mira hacia arriba y lanzan globos de arena para quien quiera ir a recogerlos. El conjunto de Carcedo quiere hacerse amigo del balón, pero lo entristece sin un músico que escriba una nota diferente en esa partitura afligida.

One comment on “La triste balada del Real Zaragoza con el balón

  • Maño de Vilassar , Direct link to comment

    El equipo apenas ha variado respecto a la temporada pasada. Es una configuración mediocre, sin un centro del campo que construya ni organice. Y de la delantera, mejor no hablar, por inexistente. Pero tras leer el baño y masaje que le ha dado hoy la hoja parroquial heráldica al cubano Mas, ya estoy más tranquilo. ¡Qué desvergüenza!

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