Con una temporada más de contrato y 37 años, Alberto Zapater no ha podido cumplir aún su sueño de devolver al Real Zaragoza a Primera División. Hoy hace seis años, se produjo el último gran recibimiento a un futbolista en La Romareda. Cerca de 5.000 personas de todas las generaciones acudieron a arropar al centrocampista, quien con su habitual talante y modestia avisó de que no era un Mesías, que venía a trabajar y que agradecía esa segunda da oportunidad en su casa. «Ponerme la camiseta del Zaragoza cada día es un regalo», dijo. En 2019, la puesta de largo de Kagawa tuvo similar o mayor impacto, pero en en una atmósfera artificial y prefabricada.
Crónica del regreso de Zapater al Real Zaragoza el 20 de junio de 2016
«No soy el Mesías ni prometo el ascenso a Primera. Lo que aseguro es que voy a darlo todo, a competir. Entiendo lo que significo para la afición, pero yo me siento uno más. Un equipo lo hace una plantilla, no un solo futbolista, y sabéis que no digo un tópico. Para mí esto es un sueño, un ilusión que ahora me la puedo permitir». Alberto Zapater se sentó por primera vez en su carrera para ofrecer una rueda de prensa como nuevo futbolista del Real Zaragoza y, con su oratoria sencilla pero directa al corazón, dejó muy claro que entiende el protagonismo que ha alcanzado, aunque delega en la directiva el calado de la trascendencia que le quiera otorgar. «No soy Messi. Llego con más experiencia, con un par de hijos y sabiendo lo que quiero vivir, pero dispuesto para luchar en cada partido como merece el Real Zaragoza».
Firmó autógrafos en todo tipo de soportes, bufandas, balones, móviles, retratos suyos, camisetas… Regaló pelotas y, descarado, se hizo un selfie con todo la afición detrás, eufórica y desatada por haber recuperado a un jugador en el que se reconoce y a quien admira. «No quiero irme de vacaciones, quiero entrenarme». Público de todas las edades, distintas generaciones, padres con sus hijos y abuelos con sus nietos. La Romareda ha sido una auténtica fiesta pese a la proximidad del mayor de los golpes. Qué más da, el Mesías se paseaba junto a ellos por la hierba en todo su esplendor («Ponerme la camiseta del Zaragoza cada día es un regalo»), así, tan fresco, tan auténtico, tan aragonés. Sin saber Zapater que andaba sobre las aguas de la esperanza zaragocista.
Foto: Periódico de Aragón / Jaime Galindo