Me cuesta unos momentos de reflexión y de respirar profundamente cuando escribo un artículo de opinión. No por la autocensura que supone esta nueva forma de vigilar lo que una persona expresa, de la que aún quedan algunos sesgos tras la presión de un medio de comunicación público, sino para no excederme en la forma de crear el mensaje. El espectáculo del fútbol está siendo también utilizado para contagiar el mal de manera inconsciente dirigiendo la ira del público. Pero existen casos donde no importa la reacción de los aficionados y no se corta de raíz una estúpida confrontación de los más histéricos con visitantes a un escenario donde son también cómplices los responsables de seguridad del estadio. Ocurrió en Cartagena donde los seguidores zaragocistas fueron insultados, amenazados e incluso salpicados por los orines de algunos hinchas locales. No excluyo que alguno de los visitantes pudieran haber respondido con mayor o menor acierto a estas provocaciones pero es un hecho que se repite partido tras partido en Cartagonova. ¿Dónde están los remunerados informadores de la la Liga? ¿Por qué no pueden actuar como profesionales los miembros de seguridad del campo e impedir estas muestras de odio?
Este viernes, y esa es otra, el Real Zaragoza juega en la Romareda. La jornada siguiente será un lunes y así se repite la historia cada temporada. Y con demasiadas ausencias por lesión, algo ya habitual en los blanquillos, aunque ahora la plantilla sea más amplia y de mayor calidad. Pero eso hará pensar a Escribá y a cambiar su pensamiento lo que puede ser peligroso a la hora de mantener su idea de juego. La ansiedad de las cinco victorias consecutivas, jugar de nuevo ante una Romareda llena, puede ser más intensa que la satisfacción por los quince puntos conseguidos y el apoyo del público. Será, en consecuencia, otra prueba del liderazgo asumido por el entrenador y la expresión de seguridad de los futbolistas sobre el terreno de juego.