Recuerdo mi debut en el ya abandonado estadio de la Unión Deportiva Las Palmas para transmitir el partido desde allí. Me pareció desde fuera un edificio de viviendas pero me emocionó entrar en la cabina de radio y saber que mi voz iba a ser trasladada a Zaragoza por cable submarino. Era la primera vez que volaba a las islas Canarias, que paseaba por las calles llenas de tiendas y compraba a un precio imposible en la península. Y volví a ver a Roque Olsen, que fue dos veces entrenador del Real Zaragoza con los «Magníficos» y cuatro del equipo insular, donde se retiró. También echo de menos el viejo campo de Atocha en el que había que subir a una torreta para acceder a la zona de cabinas y desde el que se lanzaba un cohete cuando marcaba el equipo visitante y dos la Real Sociedad, para que los pescadores supieran el instante del gol. ¿Quién se lo imagina ahora?
En Riazor vi jugar por primera vez a Johan Cruyff y con una cámara de mano, en blanco y negro y sin sonido, grabé su primera expulsión en España antes de comenzar la Liga cuando Augusto César Lendoiro todavía era presidente del Club Liceo de hockey sobre patines que llegó a ser campeón del mundo. El Pasarón lo conocí en 2007, ya reformado, en un partido de Copa del Rey que perdió el Real Zaragoza por 1-0. Me viene a la cabeza el locutor Fuentes Mora cuando Vicente Marco le daba paso en los años sesenta en Carrusel y me imaginaba un escenario en blanco y negro en la otra parte de España. Equipo al que recordé cuando llegó Junquera a la portería blanquilla por un titular en un periódico deportivo: «No hubo junqueradas en el Pasarón». Fue triste el último partido que vi del Real Zaragoza en Sarriá antes de su demolición, en la decadencia blanquilla tras la Recopa, 3-0 en diciembre de 1996.
Y pienso todo esto cuando se confirma que la Romareda será convertida en otro estadio diferente, como ya pasara antes del Mundial de 1982 y los Juegos Olímpicos de 1992. Una transformación necesaria aunque siempre tenga en la memoria, cuando no me llegaban los pies al suelo sentado en el reducido palco de prensa allá por 1965, con un montón de hombres con sombrero y fumando enormes puros en las gradas.
Tengo que felicitarle por su excelente artículo. Y no puedo dejar de comentarlo porque mi vida está reflejada en él. No soy de Zaragoza, tampoco Aragonés pero soy del Real Zaragoza desde los 12 años, de cuando los magníficos y no puedo olvidar aquellas tardes de domingo escuchando en la radio Carrusel Deportivo, esperando que Vicente Marco diera paso al gol del Zaragoza en la Romareda que cantaba Paco Ortiz entre un ruido entusiasta de la afición.. Me emociona recordarlo.
Tiene, Sr. Hernandez un gran talento literario.