Gabriel Fernández ya ha dejado su sello en el Real Zaragoza: cero goles en 16 partidos, ocho como titular en Liga. Para un delantero de 26 años con ficha extracomunitaria y un desembolso de 400.000 euros por su cesión del Celta, contrato en el que se incluye una participación mínima de encuentros, es suficiente argumento como prescindir del uruguayo. Era lo que iba a ocurrir, pero Miguel Torrecilla frenó la salida del charrúa exponiendo los buenos informes de la secretaría técnica del Celta, que lo trajo del Peñarol, y del club aragonés cuando decidió su préstamo este verano. Este cambio brusco de criterio puede deberse a que Torrecilla y JIM creen a ciegas en el punta pese a su pavorosa sequía o, lo que puede ser más grave, que ambos tengan la información de que el atacante con gol que se busca posiblemente sea una cortina de humo o que haya que cubrirse ante la dificultad de hallar un mirlo blanco bajo la dictadura de una economía muy limitada. Esa repentina apuesta total por el El Toro, de la que se descabalgaron Rubén Baraja e Iván Martínez con los números en la mano y con un rendimiento corporativo muy deficiente, hace sospechar que, efectivamente, el exPeñarol podría ser el gran fichaje de enero.
El ariete volverá a ser titular en Cartagena como antes frente al Torrelavega en la Copa y ante el Lugo. Iván Azón ha pasado a un segundo plano cuando su comportamiento en el campo si no más productivo de cara al gol sí ha resultado esperanzador para un equipo que pedía implicación ofensiva. El Real Zaragoza, que también ha fracasado con Vuckic, necesita sin embargo a alguien con más intimidación y pegada para acompañar a Juanjo Narváez. En la nómina de refuerzos invernales, al menos figura ese perfil, si bien la continuidad de El Toro deja demasiadas incógnitas en este sentido. En el caso de que el futuro ofensivo del equipo aragonés recayera en las botas del uruguayo, estaríamos asistiendo a una aventura de la que se conocen demasiados detalles del guión y ninguno bueno. Gabriel Fernández es un finalizador básico, un futbolista de área con un aceptable juego de cabeza y escaso talento fuera del ecosistema de los rematadores para generar peligro en acciones colectivas o individuales. Necesita alimento continuo y sencillo por dentro y por fuera que le conviertan en un tipo peligroso para imponer su poderoso físico, algo que el Real Zaragoza no le ofrece, y se le ha visto en demasiadas ocasiones muy lejos de su campo de acción como consecuencia de la búsqueda de participación, no por ordenes tácticas. En esos desajuste de funciones, se ha perdido a medio camino. JIM quiere devolverle a la dirección correcta en un ejercicio que no solo implica al futbolista, sino al estilo del Real Zaragoza, un patrón por otra parte también por descubrir.
Lo inaudito es que El Toro no haya marcado ni a portería vacía, como le ocurrió en Almería. Cualquiera, aunque sea por la posición que ocupa y con el tiempo disputado tanto en Liga como en Copa, se habría estrenado, pero su infortunio es una constante en un equipo donde prácticamente ningún compañero aporta detalles diferenciales. Frente al Cartagena la lupa se posará sobre él una vez más. Si marca por fin, hará felices a Torrecilla y a JIM y alejará muchos de los demonios que le persiguen. Aun así, el Real Zaragoza no debería jugar con ese fuego y abandonarse a localizar un delantero que arrastre al grupo y le ofrezca alegría y potencial atacante en su duro trayecto hacia la salvación.