Un lanzamiento formidable de Dela en la recta final contesta el extraordinario balazo de Moya para empatar el gol de Brugué y destruye uno de los mejores partidos tácticos del siempre impuntual Real Zaragoza en ataque (2-1)
El fútbol no es cruel, ni generoso, ni justo. Carece de valores y de tribunales por mucho que se le quiera adjudicar vida propia según el resultado favorezca o duela. El fútbol es una página en blanco, prosaico en su origen, sin corazón ni alma, un espacio por descubrir, continentes que los jugadores han de conquistar a cada golpe de segundero con ejércitos o con versos de individuos que componen por libre. En ocasiones, nada mejor que una secuencia sostenida de soldados con poesía en la bayoneta. No pocas veces, un universo impredecible de planetas imprevisibles. El corazón y el alma los ponen los futbolistas con sus aciertos y sus errores, con su pasión, su calidad y sus miserias. Todo lo que intente justificarse a través del destino, la fortuna y otros juicios paralelos, incluida la tan recurrente estadística, desemboca en la categórica influencia de los protagonistas y sus buenas o malas decisiones. El Real Zaragoza no mereció perder en el Ciutat de Valencia, pero lo hizo en, seguramente, el mejor encuentro táctico de toda la temporada, sobreponiéndose con personalidad y decisión a un gol de Brugué en el minuto 3 y apoderándose del control de las operaciones frente a un Levante disgregado en un talento intermitente que el conjunto aragonés contuvo y castigó. Pero, ¿cómo concedió ese tanto madrugador que le forzó a remar contracorriente? Moya perdió la marca del insaciable Brugué en un córner y Francés no llegó a tiempo para corregir la desatención de su compañero ni esa sutil peinada de cabeza del pequeño atacante granota, que envió la pelota al único lugar imposible para Badía. Esa acción tuvo un peso determinante en la derrota. No se puede explicar sin ella por qué cayó un Real Zaragoza valiente que prolongó fuera de casa su desalentador desencuentro con las victorias. El misil intercontinental de Dela cuando la igualada parecía inamovible, destruyó el gran trabajo del equipo de Víctor Fernández al igual que lo hizo su habitual dificultad para concretar sus ocasiones en goles. Nunca debió llegar a ese punto si Francés, Azón, Mesa o Bakis –también Jair de chilena– hubiesen concretado sus oportunidades, si los contragolpes que armó no hubiesen acabado en decisiones precipitadas o en intercepciones límite de la defensa local.
Todo se puso en contra con la advertencia aún fresca del entrenador zaragozano de que la solidez atrás era innegociable en esta cita. El escudo de seguridad trasladó a Azón al carril izquierdo para actuar más de doble lateral que de delantero en ayuda de Lecoeuche y Mesa se acercó a Bakis en una versión ofensiva en teoría mas ligera. Saltó por los aires la red de seguridad a las primeras de cambio y coincidió con un progresivo crecimiento del juego del Real Zaragoza, que por fin halló en Aguado y Moya un hilo conductor por donde fluyó la energía creativa y una personalidad desbordante en la toma de decisiones. Jair, que comenzó con dudas, se alimentó de otra espectacular representación de Francés para inutilizar a Frabicio; Mouriño comprimió a Robert Ibánez y Brugué, Pablo Martínez y Sergio Lozano entraron en una profunda depresión pese a sus intentos de tejer bordados donde Aguado había establecido un frontera compacta, de mediocentro de poderosa jerarquía. Sobre esa consistencia medular, Moya, Mesa y Valera despegaron con el depósito de combustible lleno de ideas, de profundidad, ajenos al marcador adverso, mirando de frente a un rival que luchaba por subirse al tren de la promoción. Un balón muy vertical de Francés fue perseguido por Valera, quien lo alcanzó para centrar algo apurado, fácil para un despeje que cayó en los pies de Mesa para ponérsela de cara a Moya fuera del área. Pese a su fama de castigador, nunca había marcado y pocas veces dirigido un tiro a puerta, pero a ese balón le imprimió un dulce castigo con destino a la escuadra de Andrés Fernández, paralizado frente a semejante exactitud criminal y artística. La extrema belleza del tanto confirmó a un Real Zaragoza seguro de sí mismo, muy agresivo en todas las disputas y a lomos de una presión que asfixió al Levante, apenas sin aire en los pulmones para llegar cómodo a la finca de Badía.
Valera volvió a la senda del desborde y Mesa se dejó ver con regularidad y control de la situación delicado y letal en las primeras descargas. La atmósfera anunciaba en cualquier momento, el Real Zaragoza iba a poner rumbo a la victoria. Hasta Bakis, que sigue demasiado lejos de ser un delantero útil, dispuso de una de esas pelotas ideales para engatillar sin oposición, pero Andrés Fernández rechazó el derechazo del turco. No había motivos para sospechar que, como mínimo, un punto estaba asegurado, incluso los tres si otro bomba de Liso no hubiese sido desactivada por el cruce del impecable Dela, quien se asomó al ya desesperado acoso de sus compañeros para responder con un misil sin corazón, sin juicio ni valores, un tiro del central del Levante que reventó a Badía y al Real Zaragoza desde la distancia del ansia. Eso sí, le puso el alma y ratificó que el fútbol no es inhumano, sino que pertenece, como había ocurrido en la diana perfecta de Moya, a la más humana capacidad del futbolista. El conjunto aragonés no mereció perder y estuvo cerca de ganar. No logró ninguna recompensa pese a su notable mejoría. La derrota, no obstante, suele tener sus explicaciones en este equipo que por muy bien que se emplee como hizo en Valencia desprende un perfume inocente en defensa y en no saber finalizar con un final feliz el guión que ha escrito durante la mayor parte del partido.
Levante UD 2: Andrés, Andrés García, Dela, Maras, Álex Muñoz, Brugué, Lozano (Carlos Álvarez, m,76), Algobia, Pablo Martínez (Giorgi, m.76), Rober (Iván Romero, 68) y Fabrício (Dani Gómez, m.58)
Real Zaragoza 1: Edgar Badia, Mouriño (Fran Gámez, m.90), Francés, Jair, Lecoeuche, Germán, Aguado (Vallejo, m.90), Toni Moya, Maikel Mesa (Jaume, m.84), Iván Azón (Liso, m.75) y Bakis.
Goles: 1-0, m.3: Brugué. 1-1, m.19: Toni Moya. 2-1, m.86: Dela.
Árbitro: Guzmán Mansilla (Colegio andaluz). Amonestó a los locales Fabrício y Lozano y a los visitantes Mouriño, Aguado y Maikel Mesa.
Incidencias: partido correspondiente a la trigésimo cuarta jornada de LaLiga Hypermotion celebrado en el Ciutat de València, ante 16.360 espectadores.
Víctor: «Nuca merecimos perder»
Lo que está claro tras ver el partido es que de ninguna de las maneras el Levante mereció ganar. Pero nos encontramos con una constante negativa que merece ser atendida. Hagamos una estadística de cuántos partidos se han malogrado en los descuentos y en los últimos quince minutos de los partidos.
Se jugó muy bien veinte minutos de la segunda parte, para que al final ocurra lo de siempre, marcador en contra sin tiempo de reacción.
Hay cosas que no entiendo y es la posición de Mouriño en el lateral, así se desaprovecha su fuerza y capacidad de despliegue con campo suficiente sin la frontera de la línea de banda.
Cuidado que los de abajo vienen empujando.