Los tontos también descienden a Primera RFEF

El grito de unidad y fraternidad se relanza desde el club y la prensa como elemento imprescindible para salvar al Real Zaragoza, una estrategia tan vieja como oportunista, estúpida e inútil

En situaciones como las que se encuentra el Real Zaragoza, cuando los argumentos futbolísticos se han desmoronado, llega la hora de los tontos, esos sectores aliados o mudos de la gestión de la crisis. Quienes dirigen el club suelen ser los primeros que, desarmados por su ineptitud, reclaman la unidad y la fraternidad entre la masa social para que su aliento se convierta en un jugador más, en la estrella del vestuario. Pronto les secundan, por inocencia, necedad, continuidad en el servilismo o pánico, parte de la afición y de la prensa. El mensaje es tan viejo como, por lo general, inútil. Mucho más en este caso. No se necesita director general, jugador, entrenador, político, simpatizante o periodista alguno que le diga a la hinchada cuál debe ser su comportamiento frente a una amenaza como la expulsión del fútbol profesional. Los mecanismos se activan por sí solos pese a la vergüenza ajena, un contexto ignominioso que en absoluto le corresponde. Si aumenta aún más el peligro, la guardia nacional saldrá al rescate. Y si no lo hiciera, estaría en su derecho, porque cuesta morir un año y otro también por la patria que desgobiernan, apropiados de la bandera y el himno, personajes sin la autoridad de las urnas y tras la máscara del carnaval del nuevo estadio.

El sentimiento se impondrá por encima de cualquier desencuentro. No se pregunten por qué. Lo que se desarrolla tan adentro, en el útero de la pertenencia, no fluye por los cauces de la razón. Por eso mismo este deporte, en lo emocional, concentra el mayor número de locos por metro cuadrado del planeta. La gente del Real Zaragoza, la que vive el equipo en el día a día, en el campo, en los viajes o en la tienda online para pagar sin rechistar, está sufriendo un cambio generacional que la hace menos beligerante y crítica, lo que podría interpretarse como un signo de inteligencia evolutivo. O quizás de aceptación de que su peso se ha aligerado frente a la omnipotencia de las propiedades. Ya no pintan nada en la mesa de las decisiones y, de vez en cuando, se les llama previa selección para tomar el té y compartir inquietudes. Los ejercicios de domesticación proliferan, pero ahora que la tierra corre peligro, desde la cúpula se pide que vuelva el lado más salvaje, el que se intenta anestesiar de forma continua. Un volcán en erupción siempre será un volcán en erupción aunque se le pretenda convencer de que es una colina. El Real Zaragoza nunca va a estar solo pese a fundaciones y fondos de inversión, aun conscientes todos los soldados del zaragocismo que son carne de cañón para sus generales.

La Primera RFEF asoma su hocico y parte de la mandíbula. A esa inquietud económica de la multipropiedad por un hipotético desastre deportivo del que serían únicos responsables, se ha sumado buena parte del otro entorno, el de la información, tan efusivo él como este o aquel director deportivo; con los entrenadores que les subyugan por sus boquitas de piñón; por futbolistas que no valen un pimiento pero se presentan como leyendas del club o colosales promesas. En 12 años, la denuncia, salvo honrosas excepciones, ha brillado por su ausencia en los medios de comunicación locales, afines al poder hasta tal punto que se aboga por el positivismo así el tiburón tenga medio cuerpo del Real Zaragoza en sus fauces. Como la mayoría va en paralelo a los terratenientes, cuando no son siervos de la autocensura por miedo o discreción, ahí están tocando al unísono las trompetas de Jericó. Sólo les falta añadir que el apoyo de los seguidores es una cuestión de responsabilidad civil, cuando durante esta docena de mentiras se han dedicado a blanquearlas. De repente se han percatado de los tontos también descienden, de que la caída aplasta de igual manera corazones que puestos de trabajo.