La colonización del centro del campo fomentó el segundo partido con más pases certeros y favoreció un notable trabajo de la defensa con el central como líder incuestionable
Algunos partidos y su resultado se entienden desde los números, mucho más en un Real Zaragoza sin grandes individualidades que depende por lo general de la producción industrial. Contra el Mirandés, Gabi Fernández renegó de su pasado, seis jornadas huecas tácticamente y, por lo tanto, reseñables por la vulnerabilidad del equipo en espacios sin ocupar. El entrenador no es que diera con la clave, sino que aplicó la lógica para que el Real Zaragoza explotara las virtudes que tiene en beneficio de solapar sus numerosos pecados, entre ellos el ofensivo, un grave problema por resolver. Con la colonización del centro del campo y la apuesta por reunir a Akouokou, Saidu y Gabi sepultó al Mirandés en una superficie donde antes había cavado su tumba. El cambio de sistema uniformó al grupo, con tres futbolistas de conceptos sencillos y sacrificio que permitieron el reencuentro con el balón para administrar el pase y el tiempo. De la transición esquizofrénica y aérea se pasó a una inspección terrenal, con Sebas Moyano y Cuenca de laboriosos interventores en el trabajo colectivo.
El objetivo era aplicar coherencia para ganar en una situación de extrema urgencia. No era sencillo, pero la consecuencia, sin entrar en el debate de si el Mirandés fue un rival más o menos flojo, se tradujo en un Real Zaragoza mejorado para la ocasión y que deberá examinarse cada jornada sin margen para ninguna relajación. En el trivote ha hallado una pista importante sobre cómo competir y no verse sometido por las autopistas que ofrecía entre líneas a sus adversarios. Existen un par de datos que relevan que por ese camino estructurado, los baches son bastantes menos profundos. Frente al Mirandés, el conjunto de Gabi Fernández ejecutó 395 pases precisos, su segundo mejor registro después de los 412 ante el Albacete en un contexto antagónico, con los manchegos renunciando por completo a la posesión sin un grueso caparazón ofensivo pero sin intención alguna de buscar la victoria en el estadio modular. Los robos de Akouokou y su lectura de la anticipación y de descargas sin complejidad para el receptor, la sensatez de Gabi y la labor de acompañamiento de un Saidu algo atribulado contribuyeron a ese considerable crecimiento en el gobierno del balón, muy por encima de la media de 301 centros con destino correcto de los anteriores encuentros.
Esa sociedad tripartita y sus modales de escudo favorecieron un notable trabajo de todos los integrantes de la defensa, donde Tachi destacó como líder incuestionable. El central, con Insua a un nivel parejo, estuvo intachable. En su regreso a la titularidad, el de Fuenlabrada, exjugador del Mirandés la campaña pasada, acertó el 87% de sus pases, 15 de ellos de larga distancia. Ganó 16 duelos, 5 aéreos e intervino en 10 acciones defensivas con 6 despejes, 2 tiros bloqueados y 2 tackles. El eje se mostró intratable, con la mejor versión de Pomares hasta la fecha y un Francho que sin estar cómodo de lateral, tuvo un comportamiento aplicado. Sin que esa línea hubiese sufrido mucho antes, en Vitoria estuvo hermética y mantuvo la portería a cero como premio. El Real Zaragoza fue racional en Mendizorroza y jugó a lo que quiso por primera vez. Aun sí, se le sigue detectando un atascamiento atacante que le está penalizando. En ese partido en el que mandó, volvió a ser un equipo ineficaz ante la portería, Sebas Moyano aprovechó un corte inapropiado de Postigo para fabricarse un tanto de bella factura. Cuenca y Keidi Bare tuvieron dos ocasiones claras sin éxito. Poco más hubo en fase ofensiva. Que se haya musculado el abdomen no le va a ser suficiente para alcanzar regularidad y desprenderse de las angustias. Es el equipo menos goleador con tan sólo cuatro dianas y el que menos porcentaje de acierto tiene en sus disparos, el 3,4% de los 116 que ha realizado. No está en descenso por casualidad.