La primera estrofa de la canción Feo, fuerte y formal de Loquillo podría haberla escrito Víctor Mollejo. «No vine aquí para hacer amigos pero sabes que siempre puedes contar conmigo. Dicen de mí que soy un tanto animal,
pero en el fondo soy un sentimental». En realidad, todo el texto se pega a la piel de este soldado de 21 años que allí por donde va enciende a la grada y al enemigo con su juego al límite, sin tregua, acelerado por un corazón en ocasiones incontrolable que le resta precisión para ser un goleador y que le cuesta tarjetas por enfrentamientos verbales o por entradas excesivas.
«Para qué discutir, si puedes pelear», es el lema de este peculiar y polivalente delantero zurdo que igual hace arder las bandas que se persona con el lanzallamas de un ariete ocasional. En el Deportivo, en su primera cesión, contó para Anquela y para Luis César con el equipo anclado en la última plaza, y también para Fernando Vázquez, quien empezó situándole de 9, le retrasó a la medular por la izquierda contra el Cádiz, nada más regresar de un partido con la sub-19, y jugó las dos últimas jornadas como carrilero con un rendimiento que provocó los elogios del entrenador.
Esa virtud para maniobrar en cualquier puesto define a la perfección la vena guerrera de Mollejo y una huella genética de gran relieve defensivo allí donde esté. «Que nadie se extrañe, si un día lo vemos de portero», afirmaba en una entrevista el coruñés Iván Riveiro, exjugador de la cantera del Madrid. Otros testimonios rematan su perfil gladiador. Álvaro Yuste, con el que compartió equipo desde el alevín A hasta que dio el salto al Atlético Madrileño, dice: «Yo siempre lo querría en mi equipo, porque es muy currante, muy luchador, con mucho coraje y que da igual donde lo pongas porque va a cumplir». Y Óscar Fernández, quien lo entrenó en el Atlético B, hasta no duda en alistarse a la guerra con él: «Si tiene que pelear, lo hace y no deja prisioneros».
Mientras el Atético de Diego Pablo Simeone, pese ser la estrella de todos los equipos de base del club, no le termina de abrir las puertas, el de La Villa de Don Fadrique va tirándolas. Dépor, Getafe, Mallorca, Tenerife… Sólo en La Coruña, donde al final no pudo evitar el descenso y en el Heliodoro, con el que acaba de jugar la promoción de ascenso, ha encontrado continuidad. «Sus dos grandes virtudes son el talento y el hambre», explica Óscar Fernández. «Tiene muy claro que quiere ser futbolista. Le da igual lo demás», relata el técnico. «Es inteligente, entiende el juego y quiere aprender. Luego, hay que poner siempre intensidad, ambición, ilusión,… Y de eso tiene en abundancia». Además, añade, tiene la capacidad de contagiar a sus compañeros. «Juega con una intensidad y una ilusión que hace que el compañero diga: “Si este va, vamos todos».
A por todas le ha costado nada menos que 36 tarjetas desde que debutó en el filial rojiblanco hasta la última jornada de la campaña anterior, contra el Cartagena. Ese exceso de revoluciones le costó 14 cartulinas en su etapa en el 10 Dépor y 14 en el Tenerife, una de ellas en La Romareda, donde marcó el 0-2 definitivo de cabeza. Así es Víctor Mollejo, campeón de Europa sub 19 y dj improvisado durante la pandemia cuando cada día, a las 20.00 horas, tras el aplauso a los trabajadores sanitarios, enchufaba un altavoz en su casa de La Coruña y ponía música a todo volumen. Sus vecinos acompañaban la canción Tusa de Karol G encendiendo y apagando las luces como si de una discoteca se tratase. Impulsivo, apasionado, histriónico a veces… Eso. Para que discutir si puedes pelear o bailar sobre las llamas.