El uruguayo ha hallado su lugar desde que el técnico salmantino apostó por los tres centrales, más desinhibido, desplegando sus virtudes físicas con exuberancia y eficacia
Si ha habido un beneficiado del cambio de entrenador en el Real Zaragoza, responde al apellido de Mouriño. El central uruguayo, cedido por el Atlético de Madrid y que estaba casi predestinado a la titularidad a corto plazo en el eje defensivo del conjunto aragonés por su proyección y sus excelentes cualidades, estuvo a la sombra del sistema de Fran Escribá y también a la suya propia cuando el técnico alicantino escribió su nombre en el once inicial. Siempre junto a Jair, participó en la victoria en Cartagena, pero tuvo un error en el empate ante el Racing (1-1) y salió mal parado del doble 0-2 en La Romareda con Alcorcón, donde fue relevado y retratado en el descanso, y Huesca. Nervioso, acelerado en decisiones posicionales y en el pase, el charrúa mostraba todos los síntomas del futbolista inadaptado. El relevo en el banquillo y la continuidad que le ha ofrecido Julio Velázquez desde que descubrió en su terrible debut en el Carlos Belmonte que este equipo debía protegerse mucho más, le ha transportado a otra dimensión en una línea de cinco en la que se ha abrigado para ofrecer su mejor versión.
Con Mouriño fijo en la alineación, el Real Zaragoza no ha vuelto a perder. En los seis encuentros con el plan de los tres centrales, resueltos con dos victorias (Leganés y Andorra) y cuatro empates (Espanyol, Levante, Amorebieta y Eldense), el jugador ha dado un salto competitivo considerable, más desinhibido, desplegando sus virtudes físicas con exuberancia. Respondiendo a lo que se esperaba de él cuando el Atlético pagó cerca de tres millones de euros al Racing de Montevideo y lo presentó como un futbolista «portentoso» frente a un contrato hasta 2028. Lo es. Responde en un alto porcentaje al prototipo de central uruguayo, fiero, desafiante en las disputas cuerpo a cuerpo, con olfato para la anticipación, de notable dominio del juego aéreo… Muy pronto, en febrero, cumplirá 22 años este admirador del azulgrana Araujo, una pieza que se antojaba imprescindible cuando Juan Carlos Cordero sondeaba el mercado de verano y que ha tardado en encontrar su lugar. Aún tiene un punto de ternura que deberá madurar con los partidos y la experiencia, pero será complicado quitarle a Mouriño la casaca de los principales. Ni siquiera Jair.
Las explosivas arrancadas que protagoniza con el balón, en ocasiones sobrecargadas de energía y entusiasmo juvenil, apuntan a ser una valiosa arma de futuro. Rompe las líneas, más bien las destruye con zancada y velocidad, como si no hubiera horizonte. El día que dote de sutileza al pase al compañero, esas estampidas harán mucho daño a los rivales. Es un central todavía en cocción, pero con fuego en las venas.
Tiene mucho futuro este jugador. No tengo más que añadir a su buen y acertado análisis. Con Jair y Francés toda una garantía en esas posiciones. Un escalón más abajo y para posibles sustituciones Lluis López.