Una expulsión inexplicable del centrocampista por doble amarilla cuando la igualada que el Real Zaragoza buscó con un férreo hermetismo parecía pan comido, permitió al Real Oviedo imponer su superioridad con un gol de Alemao en el minuto 86 (1-0)
El Real Zaragoza hizo lo que tenía que hacer para empatar el partido y sumar un punto de oro en las circunstancias que vive. Incluso tuvo una ocasión en el inicio del encuentro de Adrián Liso a pase de Iván Azón que el juvenil, demasiado impetuoso, envió a la estratosfera a pocos metros de Leo Román y que podría haber situado al conjunto aragonés con la proa hacia el triunfo. Pero la falta de precisión es una enfermedad hereditaria que no distingue entre noveles y veteranos en este equipo inofensivo que ya apenas se aproximó al área con peligro salvó en un tiro atrevido de Zedaka, el mejor de la tarde, que el guardameta desvió a unos de los diez corners de que dispuso el equipo en la primera mitad. Fue uno de esos supuestos futbolistas con experiencia, Toni Moya, quien se cargó todo el trabajo de sus compañeros y del entrenador con una entrada sin sentido que le costó la segunda tarjeta amarilla por un pisotón a Colombatto — la primera había sido por protestar– y que le envío fuera a un cuarto de hora del final. Lo hizo sin queja alguna, lo que delata su error. El Real Oviedo se había estancado frente la hermetismo de los cinco defensas y la ocupación de los interiores por parte de Azón y Liso como pantallas de Viti y Pomares, dos puñales lanzados desde sus posiciones laterales. El atasco que buscaba Víctor Fernández se hizo insoportable para los locales aun con la entrada del duende de Cazorla. Nada ocurría y nada tenía que ocurrir hasta que en el minuto 73, Moya se despidió a la francesa del partido.
El Real Oviedo no se esmeró demasiado en ir a por los tres puntos salvo en intentarlo con Borja Bastón junto a Alemao, pero la inercia de la superioridad le condujo a la victoria en el minuto 86: un centro de Lucas Hidalgo lo busco el brasileño ante la descoordinación de Jair y Francés para, por el medio de la indecisión de los centrales, atacar la pelota y fusilar a Cristian. Diez minutos antes se había producido un doble cambio de esos que se explican desde el cansancio de los afectados pero que en este caso necesitan traductor para entenderse. Azón y Liso habían realizado un labor colosal por delante de Gámez y Zedadka, pero aun con la lengua fuera y en este contexto, por su juventud, aportación y piernas deberían haber completado el choque. Víctor Fernández entendió lo contrario y los sacó del campo por Valera y Sergi Enrich para que siguieran con la misma función. «Por jugadores similares», dijo en la rueda de prensa». ¿Enrich? La roja a Moya, que obligó a Mesa a retrasarse unos metros junto a Grau en lugar de apostar por Lucas Terrer, y la ausencia de los canteranos desdibujó por completo al Real Zaragoza, ya sólo capacitado para la resistencia, sin nadie para ir a por ese punto marcado como objetivo desde hace días. Como ocurre siempre con la derrota en el bolsillo y el tiempo consumiéndose, desde el banquillo se puso en marcha y con histeria el molinillo de los revelos. Lecoeuche, Cuenca y Bakis ahora que nos hemos dado cuenta que nos hemos quedado sin delanteros. Parecía un día para sumar y se pusieron a restar primero Moya y antes el cuerpo técnico.
El planteamiento fue el de un equipo segundón, pero perfecto si quieres que ocurra lo mínimo posible. El entrenador debe configurar un modelo en función de las herramientas que posee, frase de Víctor que ejecutó literalmente sobre el césped del Carlos Tartiere. Los jugadores le correspondieron con un desgaste y una implicación majestuosos, por si alguien vuelve a cuestionar su actitud o que en sus ojos no se distinga la sangre. Con pico y pala y el balón como tercer aparejo para echar cemento al encuentro, el Real Zaragoza se amuralló, estructura humana que el Oviedo no supo en ningún instante cómo derribar. Pero llegó Toni Moya para entregar las llaves del castillo con esa doble amarilla y Alemao se metió hasta el corazón de la cocina. No hay tragedia alguna porque se conserva la distancia de cinco puntos con el descenso, colchón favorecido por las derrotas de Alcorcón y Villarreal B. Sin embargo, la pregunta es a quién puede ganar y cómo este Real Zaragoza para conseguir la permanencia por sí mismo. Ni acorazado. A lo mejor le da con los 46 puntos que tiene. Menudo malvivir. Y el Albacete ya es mejor que tú por ganar al Leganés, lo puede ser una magnífica noticia por si en la última jornada llegas con la vida en juego ante los manchegos.
1.– Real Oviedo: Leo Román; Viti, Luengo, Dani Calvo, Pomares (Bastón, m. 77); Paulino (Cazorla, m. 46), Seoane (Viti, m. 70), Colombatto, Borja Sánchez (Sebas Moyano, m. 62); Masca (Dubasin, m. 62) y Alemao.
0. – Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Fran Gámez (Cuenca, m. 87), Mouriño, Jair (Bakis, m. 90), Francés, Zedalka; Jaume Grau, Toni Moya, Maikel Mesa (Lecoueche, m. 87); Liso (Germán Valera, m. 63) e Iván Azón (Sergi Enrich, m. 63).
Árbitro: Ais Reig (comité valenciano). Amonestó a los locales Paulino (11’) y a los visitantes Mouriño (5’), Jair (39’), Jaime Grau (53’). Expulsó por roja directa al visitante Toni Moya (73’).
Goles: 0-1, M. 86: Alemao.
Incidencias: Partido correspondiente a la trigésima novena jornada de Segunda División disputado en Carlos Tartiere de Oviedo ante 22.685 espectadores.
Víctor: «El partido del domingo es una final»
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— Real Zaragoza (@RealZaragoza) May 12, 2024
No hay manera de cerrar la permanencia. El equipo se empeña en prolongar la pesadilla. Muy buena la primera parte con todas las insuficiencias cronificadas a lo largo de la temporada.
Lo de Moya no es de recibo, pero también el no saber jugar en inferioridad en este caso, pero igual cuando tenemos superioridad. Cómo se explica que con uno menos creamos peligro cuando ya perdíamos. Porque mientras empatabamos no pasabamos del centro del campo.
En fin, a esperar al Racing de Ferrol.