Nano Mesa, el corazón de JIM

El problema goleador del Real Zaragoza, aunque Nano Mesa haya dicho lo contrario, sí es de definición, de calidad, de reducir la temperatura rematadora cuando la ocasión se presenta caliente. No tiene Juan Ignacio Martínez un depredador, un tipo de cualificada puntería. Ni siquiera Juanjo Narváez, que mezcla su gran apetito con la ansiedad que le genera encontrarse con todo a favor. Si acaso el que más responde a la tipología de punta autodidacto es Iván Azón, capaz de generar por sí solo situaciones de ataque amenazadoras, pero el técnico sólo le contempla como alternativa. Mesa ha dicho algo interesante en la rueda de prensa que viene a corroborar qué es lo que quiere JIM por encima de una línea ofensiva más o menos acertada: el míster entrena sobre todo para no encajar, e incide en ese trabajo defensivo que implica a toda la comunidad. Al conjunto aragonés le está penalizando verse obligado siempre a remontar cuando, además, arriba las oportunidades se desperdician a puñados.

El Real Zaragoza ha cambiado con respecto al año pasado, y lo ha hecho principalmente con la aparición de Nano Mesa en el once. No es un futbolista virtuoso y tampoco sobresale con su capacidad anotadora como se ha podido comprobar. Pero tiene algo que encaja como anillo al dedo en el plan de JIM, quien lo ha situado en banda pese a que su naturaleza de atacante agitador por pasillos centrales. El tinerfeño despliega un espíritu combativo intachable, todo lo contrario que Bermejo, un centrocampista de complicada catalogación y, por físico, poco proclive a concretar en vertical ni en el repliegue. Todavía hay que examinar si la generosididad del canario con los mandamientos disciplinarios del entrenador darán sus frutos contra rivales con más recursos técnicos para superar la presión alta, pero ante Fuenlabrada y el joven Sanse, Nano Mesa ejerció de martillo pilón para taponar y desesperar a los defensas que intentan salir desde atrás imprimiéndole sentido al pase.

Ante la Real Sociedad B mordió como un dóberman, activándose para cortocircuitar cualquier actividad creativa de su lateral, Ezkurdia. El efecto de ese trabajo feroz implicó que el equipo donostiarra se encontrará con serias dificultades para hallar vías de escape por abajo y facilitó que el resto de sus compañeros dieran sentido al doble e incluso triple estrangulamiento sobre el incómodo receptor del balón en el centro del campo. En numerosas ocasiones se pudo ver a Francho, Zapater y Francés terminando la faena con una presión muy alta o anticipaciones que favorecían veloces recuperaciones. El error de Arambarri en el gol de Narváez recoge en la escena a Mesa acudiendo hacia el central. Por el camino, el canario pisó el área y disparó dos veces, pero está claro que su rol va estar muy lejos del que ha interpretado en otros clubes.

Su salida del campo, junto a la de Zapater y Álvaro Giménez, devolvió al equipo a Bermejo, quien entró con Iván Azón y Vada. JIM buscaba otro perfil de equipo, con menos hormigón y, en teoría, algo más de desborde y oxígeno. Después recurrió a Borja Sainz y a Adrián. Salvo el delantero canterano, el resto, apelotonado en la frontal del área y con la Real B encerrada con uno menos para defender su punto, apenas tuvo incidencia. Nano Mesa es fijo en la alineación según el catecismo del técnico alicantino. Acostado en una zona que le era inédita, estruja al enemigo y su propia resistencia física porque lo importante es obstruir las arterias del adversario con un monumental desgaste que no favorecerá a sus ya de por sí reducidas virtudes goleadoras, pero que está, por el momento, al servicio de un Real Zaragoza que empieza atacar defendiendo.

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