No nos equivoquemos con Francés, Francho y Azón

Nunca se había producido un fenómeno natural con semejante repercusión en la historia deportiva del Real Zaragoza: en el momento más crítico, con una plantilla desorientada tras el fracaso de la mayor parte de los fichajes de verano y sin que los de invierno, salvo Peybernes, tuvieran apenas influencia, se recurrió al almacén doméstico para convertir en protagonistas absolutos a tres juveniles. El descenso a Segunda B, un daño irreparable para la institución, estaba en juego cuando Iván Martínez les dio el espaldarazo definitivo al primer equipo. El técnico que les había formado, en pleno ojo del huracán de la competición, no tuvo el mínimo reparo en depositar su confianza absoluta en tres promesas con prestaciones excelentes pero expuestos al mayor de los peligros sin experiencia. A él se lo llevaron por delante diferentes efectos devastadores, pero dejó un legado de muchos kilates que Juan Ignacio Martínez, su relevo, supo explotar aunque le costara demasiado incluir como titular a Iván Azón.

Lograda la permanencia, JIM ha acaparado la admiración del público y de la crítica, y Francés, Francho e Iván Azón le han acompañado al ser señalados, con justicia, como grandes responsables de la salvación, sobre todo por su condición de aprendices muy cualificados. No les pudo la responsabilidad, la tensión ni el vértigo. Se ajustaron la camiseta y el escudo y actuaron con semblante de veteranos, incrustados en la columna vertebral de un conjunto artrítico. Despejado el pánico y de vuelta a la normalidad de Segunda, no son pocas las corrientes que señalan a los canteranos como pilares de un futuro Real Zaragoza que apostará por el ascenso en función de la inyección económica que se espera con el inminente cambio accionarial.

Sin duda hablamos de una realidad con estos futbolistas de la fábrica zaragocista, donde Ramón Lozano, Ángel Espinosa, José Luis Arjol y el equipo de trabajo que les acompaña están realizando una labor magnífica. La autenticidad de esas joyas es concluyente y otros clubes ya han puesto sus ojos en los diamantes, pero se cometerá un grave error de cálculo si se considera que Francés, Francho y Azón deben ser los jugadores sobre los que construir un proyecto de máxima ambición, la del retorno a Primera. Están preparados para la titularidad por carácter y talento. Ahora bien, su respuesta casi heroica se ha originado en un contexto muy concreto que, analizado, no tiene nada que ver con la obligatoriedad de un ascenso. Conviene insistir en que Francés y Francho no desentonarían en cualquier objetivo, pero Azón, vital en la salvación, necesita todavía un cuidadosa fase de pulimento para ser un delantero referencial en un equipo que persigue estar entre los dos primeros al término del campeonato.

El Real Zaragoza que se anuncia y que en un principio no tiene previsto le venta de ninguna de sus perlas juveniles, necesita a Francés, Francho y Azón, pero no a los mandos de la nave. Una empresa de esa envergadura hay que revestirla con un grueso de profesionales que ajuste el nivel competitivo a los requisitos colectivos que solicita un regreso a Primera. El conjunto aragonés, ahora mismo, cuenta tan solo con Cristian y sus tres juveniles (puede que también Zapater si el cuerpo le aguanta y en un segundo plano) como integrantes de un vestuario de miras (el destino de Narváez está lejos de La Romareda). El resto, cuya honestidad y entrega hay que aplaudir y agradecer en la consecución de la permanencia) no son válidos por cuestiones físicas, de calidad o por finalización de préstamo. La arquitectura del equipo ha de ser completamente distinta, y en ese sentido Miguel Torrecilla y JIM van a afrontar un reto mayúsculo.

Francés, Francho y Azón llenan la boca del zaragocismo porque son parte de ese futuro esperanzador, no el futuro en su totalidad. Por mucho que apetezca entregarles las llaves de la ciudad, están en fase de formación como corresponde a su edad y a su físico. Delegar por completo en ellos es una tentación lícita con tintes románticos. Serán parte muy importante de la orquesta, pero en un Real Zaragoza de verdad, que mire a lo más alto, necesitan a su alrededor músicos con mucha escuela que les ayuden a seguir creciendo y a seguir brillando.

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