Nobleza y valor en el círculo de los caballeros

En la vida hay que saber estar, sobre todo cuando la victoria es una derrota y viceversa, ese estado de la confusión que mezcla alegría y tristeza sin un orden establecido, donde es difícil contener las emociones y expresarlas en una liturgia moderada cuando el corazón, estrujado, te pide salir del pecho y comenzar a correr liberado, incluso feliz por una hazaña sin derecho a la leyenda. Al finalizar el encuentro frente al Castellón, en el instante que la permanencia se hizo oficial, los jugadores del Real Zaragoza se fueron regalando cariño con discreción, miradas cómplices y abrazos prudentes. De los más jóvenes a los veteranos. Hasta que, poco a poco, se congregaron alrededor de la hoguera extinta de peligros y crepitando de satisfacción personal y colectiva para formar un solo cuerpo, sólido de fe en sí mismos y en su entrenador, un técnico que se mantuvo alejado de ese foco pero, inevitablemente, iluminado por el milagro del que ha sido protagonista.

 

Ese comportamiento señorial, respetuoso con la afición y con la realidad, fue la guinda perfecta del amargo pastel de la temporada. Nada hubo ensayado, nada impostado. Todo era cierto con alguna lágrima de por medio. La plantilla celebró agrupada en el campo el éxito de su esfuerzo, de su capacidad para salvar el club con la responsabilidad que exige su profesión y una buena sobredosis de implicación, de compromisos que no se incluyen en los contratos. Sin medallas, sin recompensas, todavía con heridas, amnistiados por su convicción y la que les transmitió JIM desde el kilómetro cero, celebraron en silencio y en un círculo cargado de emociones un pequeño aquelarre en honor al esfuerzo, también a la reivindicación. Ningún reproche a las críticas recibidas, ni un solo gesto fuera de lugar en una oración cuyo objetivo era expresar de la mejor manera posible el orgullo por el objetivo alcanzado. No son héroes y lo saben, pero nadie puede cuestionar que el Real Zaragoza, en el césped, ha estado representado por unos caballeros de la nobleza y y el valor, dignos de ser recordados.

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