Operación completa de cirugía antiestética

Los partidos de Segunda son una sucesión de freakshows donde un día la mujer barbuda es el hombre bala y a la semana siguiente el domador de leones se convierte en tragafuegos. Ni se puede querer ni comprender esta categoría mutante cuyo único signo reconocible es el desaliño permanente de todos los equipos, donde prima la ausencia de talento por todas sus esquinas. El Real Zaragoza es un digno representante de esta competición e incluso se podría decir que poco a poco va camino de doctorarse entre los peores, lo que no es sencillo. Y eso que el minuto 2, Giuliano sacando de banda y Azón marcando por encima de Tomeu Nadal escenificaron como nadie a Rinconete y Cortadillo. Una acción de la mejor picaresca del siglo de oro que cogió a la defensa del Real Oviedo en pañales. Por fin se decidió Juan Carlos Carcedo a juntarlos arriba y los chicos se aliaron para robarla la bolsa y casi la vida al equipo de Jon Pérez Bolo, que llegaba con calderilla a este encuentro después de cinco encuentros consecutivos sin vencer.

Para jugar con dos delanteros, el técnico volvió a acudir a la sala de operaciones, incrustando a Petrovic en el paseo céntrico de la defensa y el mediocampo para equilibrar una medular donde sacrificó a Bermejo, un experimento sólo sostenido por el resultado favorable. El serbio es una bomba de relojería fina, un joya para el anticuario pero un peligro para este deporte que le retrata en el momento que hay que correr en una u otra dirección. Lluís López y Jair lo sufrieron hasta que fue relevado en el descanso, cómo no, con una tarjeta amarilla más en su colección. El VAR le salvó dos veces de quedar más expuesto: en un fuera de Borja Bastón inexistente y en un tanto no concedido a Javi Mier por medio cordón en posición ilegal de un compañero. El tanto de Azón, al que Giuliano pudo sumar un segundo en un testarazo que Nadal palmeó cuando la pelota se colgaba, ejercía de paraguas en una progresiva caída de pulsaciones y de sentido, con Grau como solitario predicador en el desierto.

El Real Oviedo mostró sus vergüenzas, pero el Real Zaragoza no tardó en enseñarle las suyas, que están en la alineación, aunque no en menor medida en su corta y chata batería de reservas y en un entrenador, muy cuestionando por la grada, que ya no sabe cómo sacar algo de provecho de ese jardín marchito de calidad. Había puesto a Larrazabal en el once por si mejoraba a Gámez, pero no lo hizo. Así que reunió a los dos en la banda para prescindir de Francho… Como Petrovic ya había hecho suficientes malabarismos al borde de su particular acantilado, metió al pálido Manu Molina. A esa segunda operación antiestética entró sin previo aviso el único que tiene carrera homologada en salvar vidas, Cristian Álvarez. La mano le tembló en un balón caído del cielo y Montoro cogió el ligero despeje del argentino y empató de cabeza justo en el inicio de la segunda mitad. Ese error de cálculo terminó por desquiciar a toda la familia, contagiada por el fallo y por un Oviedo que destapó ambición y ocasiones en la sala de espera.

Borja Bastón tuvo oportunidades para bajar la persiana del encuentro mientras se abrían de par en par las ventanas de Gabi Fuentes y sobre todo la del doble lateral derecho. Los pases procedentes desde el búnker de espuma de Gámez y Larrazabal cruzaron el área como dagas que Viti recogió sin que Bastón llegara a tiempo para convertir en asistencias los centros. Puche, Bermejo y Zapater salieron al campo, que se vino abajo en protestas cuando vio que uno de los sustituidos era Azón. Esta vez Gueye, no. Sólo el capitán tuvo galones en esos minutos con un lanzamiento que Nadal sacó con apuros junto al poste. Si llega a marcar Zapater, hubiese tenido un punto de poesía local la victoria y parte de La Romareda se hubiera ido la concierto de Fangoria cantando A quién le importa. Pero sí importa, y mucho, sufrir a este Real Zaragoza de mil caras y ninguna, con un entrenador que pone en la batería por fin a Azón y Giuliano sin enseñarles antes cuándo uno debe tocar los timbales y el otro los platos. Así, el Real Zaragoza es un freakshow impropio del cartel de cualquier fiesta, un tragafuegos bajo las faldas de la mujer barbuda.

Real Zaragoza: Cristian, Larra (Bermejo, 69´), Lluís López, Jair, Fuentes, Petrovic (Molina, 46´), Jaume, Francho (Fran Gámez, 46´), Vada (Zapater, 79´), Giuliano e Iván Azón (Puche, 69´).

Real Oviedo: Nadal, Rodri, Costas (Lucas, 46´), Luengo, Pomares, Luismi, Montoro (Jimmy, 80´), Viti (Sangalli, 80´), Bretones (Obeng, 74´), Javi M. (Hugo Rama, 54´) y Bastón.

Goles: 1-0; Iván Azón (min. 3), 1-1; Montoro (min. 49).

Árbitro: Milla Alvendiz (comité andaluz). Amonestó a Francho (min. 33), a Petrovic (min, 45), a Fuentes (min. 58) y a Jaume (min. 82) por parte del Real Zaragoza; y a Montoro (min. 18) y a Javi M. (min. 29) por parte del Real Oviedo.

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