El Real Zaragoza ha superado dos crisis monumentales a lo largo de la temporada. La primera tras una única victoria en 13 jornadas, en Alcorcón, y la segunda después de once partidos con un solo triunfo, frente al Eibar. En ambas ocasiones se temió por lo peor con Juan Ignacio Martínez descolocado por los resultados y con todos los boletos para recoger el despido de puertas afuera, porque dentro del club nunca estuvo cuestionado en exceso porque el foco estaba y sigue estando puesto en la compraventa. De ese par de de túneles salió con nueve puntos de nueve, sin brillantez pero con efectividad y goles, cuestión que le ha traído de cabeza. Este viernes (21.00) recibe al Fuenlabrada para encadenar cuatro partidos ganados, algo inédito este curso y que le lanzaría a otro mundo. ¿Cuál? En los mapas de navegación el optimismo desbordado apunta a un viaje hacia el playoff, pero si derrota al equipo madrileño alunizaría en la permanencia, su realidad terrenal y su objetivo después de tantos sinsabores. Mirar hacia arriba se traduce en la salvación y en un final plácido, porque para subirse a ese ascensor idílico necesitaría no sólo acertar en la mayoría de las dianas que se le presentará en el campeonato, sino que además se produzca un accidente múltiple y repetido de todos los que le llevan ventaja, que no son pocos.
El encuentro no va ser fácil pese a que el Fuenlabrada, de nuevo con Sandoval en el banquillo para apurar el último trago, sea penúltimo y en algún momento le pueda la ansiedad de verse descolgado definitivamente. Y no será sencillo porque el Real Zaragoza carece de herramientas contundentes para deshacerse de sus adversarios por atajos académicos. El balón parado, los corners, los fallos de los porteros, alguna acción individual como la de Azón en Gijón… Su volumen ofensivo consiste en apurar su acierto y en explotar el error ajeno. Compensa su delicada pegada con un marmóreo espíritu defensivo que le ha convertido en el tercer equipo de la categoría que menos pierde, sólo por detrás dde Eibar y Valladolid y empatado con Ponferradina y Oviedo. Ha caído siete veces en 30 jornadas, una resistencia basada en la organización y el sacrificio que tiene como sumo sacerdote a JIM y de vez en cuando a Cristian a la derecha del padre. Y en este tramo desde que se bajó la persiana del mercado de invierno, ha sacado mucho de dos de sus incorporaciones con Eugeni desde el balón parado y un Grau de gran corrección táctica en situaciones de máxima exigencia.
El técnico recupera de una tacada para este compromiso a Jair, Vada, Zapater y Álvaro Giménez aunque no a Nano Mesa. Por contra, pierde a su centrocampista de mayor confianza, Francho, tras detectársele una lesión muscular en el bíceps femoral de la pierna izquierda que le tendrá fuera de combate un par de jornadas como mínimo. El regreso de Jair sentará en el banco a Lluís López, que ha cumplido en sus dos llamadas a filas por bajas por amonestación de los centrales titulares. En el centro del campo volverá también Petrovic para formar junto a Grau y Eugeni. Arriba, Iván Azón debería, por derecho y justicia, estar en el once, pero habrá que esperar para ver si JIM le descuelga el cartel de revulsivo. Si lo hace, el goleador quizás desplazaría a Sabin Merino a una banda, la de Narváez ya que Bermejo ha entrado en calor en las últimas citas. Juegue quien juegue, el equipo no puede desaprovechar la oportunidad de colonizar ese mundo de la tranquilidad del que ha estado tan lejos y que ahora acaricia más allá de los sueños, para los que no tiene combustible suficiente.