Pau Sans no es Cani aunque puede ser Dios

La figura y el juego desenfadado del canterano, que no ha contado como titular para ningún entrenador, asoman entre el turbado zaragocismo y su entorno como imprescindible pincelada de alegría en la dura ruta de la salvación

El zaragocismo busca algo a lo que agarrarse para darle una capa de alegría a su ser. A dos puntos del descenso, con un armatoste de equipo que ni defiende ni ataca ni construye, se le ha ido cayendo la mayoría de los futbolistas de la plantilla. Apenas confía en Soberón, Arriaga, Francho y un Guti que no ha recuperado la mitad de la versión de lo que fue. De esa desconfianza general, con el miedo o el respeto metidos en el cuerpo por la cercanía de una catástrofe deportiva, ha visto en las escaramuzas de Pau Sans el último estandarte ofensivo, un chico que puede romper con el tedioso monólogo de sus compañeros. No ha sido titular para ninguno de los cuatro entrenadores, y su mejor repertorio lo ha ofrecido saliendo del banquillo, con cuatro goles en Liga y una asistencia, pero su atrevimiento, verticalidad y desenfado han ido seduciendo poco a poco a una afición y un entorno que reclaman a gritos su presencia en el once en este tramo clave de la competición. Se lo ha ganado, sin duda, por su sello diferencial en un grupo sin relieves para el desborde, el regate, la agitación…, pero también por eliminación de quienes estaban designados para los diferentes lideratos.

Adrián Liso, un extremo de una gran proyección que se ha bloqueado, Aketxe, Ares, Bazdar, Marí y el eclipsado Dani Gómez se han difuminado como piezas relevantes en el frente. Nadie sabe si alguno de ellos volverá en estos seis partidos, aunque parece improbable. Con Soberón como indiscutible punta de lanza sea cual sea su estado de forma o inspiración, Pau Sans se ha colado entre las preferencias de la gente para acompañar al cántabro o, como mínimo, para ser uno de los elegidos de Gabi Fernández. Se desconoce si el entrenador tiene previsto complacer la petición popular por propio convencimiento, aunque por el mapa de rendimiento del vestuario, Sans se merece la oportunidad y la continuidad. Principalmente porque cuando despega hacia la portería, lo hace sin cadena alguna en la cabeza ni en las piernas, con una ambición natural y juvenil que refresca la aspereza del Real Zaragoza e intimida y desconcierta no pocas veces a los rivales. Su talento es el principal valor que debería avalarle, pero su vuelo se distingue sobre todo por un combustible de incalculable cotización: la valentía sin aristas en un momento donde reina el pánico.

El futuro de Pau Sans es una incógnita pese a que sus virtudes, muchas aún gestación, muestran desde hace tiempo a un delantero con porvenir, y desde hace doce años se imparte una cátedra en La Romareda sobre cómo levantar leyendas con figuritas de mazapán. Esta categoría y los cuentos de diferentes propiedades ha distorsionado la realidad del Real Zaragoza aprovechando la necesidad de la grada por hallar referentes con los que ilusionarse. Entregarle la varita mágica a Sans es tan apetecible como desmesurado. El conjunto aragonés le necesita con urgencia y no sólo como revulsivo, pero no es Cani, el último Aladdín de la Ciudad Deportiva, aunque puede ser Dios en este contexto que solicita su chispa, quizás la de la vida mientras juega al fútbol descalzo por las calles incineradas de Pompeya.

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