Apenas conocí personalmente a César Alierta y solamente hablé con él en dos o tres oportunidades cuando encabezó la compra del Real Zaragoza abocado a su desaparición tras la etapa de Agapito Iglesias como propietario. Fueron conversaciones en el hotel de concentración de Boltaña cuando llegaba acompañado del resto de los consejeros del club. Siempre se mostraba convencido de la paulatina eliminación de la deuda y del ascenso otra vez a Primera División. Parecía tener un compromiso sentimental con su padre, alcalde de Zaragoza en los sesenta y presidente del club en la década anterior, responsable de la construcción de la Romareda. No tuvo ni las fuerzas ni el apoyo necesario de sus compañeros de los que al final pareció alejarse.
Y de los que se marchan a los que vienen, o pueden venir. Me parece positiva la llegada de Edgar Badía que trasladó un mensaje de cercanía y deseos de triunfar que ha calado en la afición y, según sus palabras, en el vestuario. Pero eso me hace pensar que Cristian Álvarez tiene aún para varias semanas de recuperación porque Juan Carlos Cordero lo ha conseguido antes del regreso de la competición de Liga con muchísima discreción. Y la seguirá teniendo porque no sabremos hasta las últimas horas las entradas y las salidas de jugadores. Se cierra, y hace muy bien, como una almeja para evitar desfases en las cesiones y las compras o el conocimiento de los adversarios para saber sus intenciones de cambiar la orientación del juego blanquillo en esta segunda vuelta. De todas formas, siendo imprescindible blindar la portería, es tanto o más necesario tener un referente anotador y en este momento no hay un hombre gol reconocido en la plantilla.
Raúl Sanllehí debe estar algo nervioso por la reciente visita navideña de Jorge Mas en la que apostó por el retorno a Primera División. Pero él tiene a sus consejeros más cercanos en Madrid y se debe a los intereses de los inversores mayoritarios que buscan el negocio en el mercado de futbolistas como parece sospecharse por determinados movimientos.