Perdonen, pero les toman por idiotas

El regreso de David Navarro al Real Zaragoza como nuevo Coordinador Deportivo del Área de Fútbol y la rueda de prensa de Francho insultan a la inteligencia zaragocista intentando dulcificar un presente sin futuro y sin voces autorizadas

El pasado domingo, en el programa La Jornada de Aragón Televisión, no hizo falta bucear demasiado entre las palabras de los invitados para intuir que David Navarro, presente en la tertulia, estaba muy cerca de regresar a la estructura del Real Zaragoza. En ese plató se cuecen o se intentan hornear muy a menudo los nombres de su gusto para estar en uno u otro cargo del club. A veces funciona muy bien como agencia de empleo, como ETT de amigos, allegados y demás familia. Nada que objetar si el personaje propuesto está cualificado como es el caso del ex segundo entrenador del Real Zaragoza en la última etapa de Víctor Fernández y técnico interino en la victoria sobre el Racing de Ferrol que acabó a sopapos con su homónimo del conjunto gallego Cristóbal Parrado, con cuatro partidos de sanción para cada uno. David tiene una extensa y sobresaliente biografía en el fútbol aragonés pero, que nadie se confunda, un pasajero arraigo profesional con las entrañas del club. Ejercerá como nuevo Coordinador Deportivo del Área de Fútbol, ya que no existen la de Tenis ni la de Curling, aunque quién sabe con Fernando López el innovador y visionario.

¿Es necesario y urgente anunciar ahora mismo a Navarro como obispo de la diócesis de la cultura zaragocista? Sus conocimientos del mapa futbolístico regional y su predicamento dentro del mismo pueden ser sin duda de gran valor como nexo de unión, si bien es más cuestionable el papel plenipotenciario que se le ha entregado y que deberá demostrar a sus 51 años. Con el Real Zaragoza tocado y hundido, al técnico le han reabierto la puerta por la que entró al despacho de las máxima responsabilidades tras la fuga de Víctor Fernández. El comunicado de su fichaje, festejado por un gran sector que considera el gesto como un paso hacia la modernidad y la organización, llega casualmente con la Primera RFEF sentada el sofá de Eduardo Ibarra. No es la primera vez ni será la última que los empleados de la propiedad con sede en Zaragoza ejecutan este tipo de maniobras de distracción para construir un futuro mientras el presente es un altar de múltiples fracasos, cuando la situación solicita otras prioridades como un cuarto entrenador experto en restauración de vestuario demolidos, ya con margen microscópico para creer en la salvación.

Perdonen, pero les toman por idiotas. Sin filtro alguno y sin respeto. La afición, por fortuna, ha dejado se ser tan manipulable, aunque no se ha desprendido por cariño o apego a la tentación de dejarse engañar a conciencia. Es un error porque hay amores que matan, sobre todo aquellos que no corresponden, que acunaron el Real Zaragoza y una Ciudad Deportiva como los niños de sus ojos para ingresarlos de inmediato en el orfanato del olvido, del más ignominioso abandono, visitándolos una vez al año para pasearlos en su limusina y volver a dejarlos en el hospicio. Navarro ha entrado en ese plan de dulcificar la rabiosa y vergonzante actualidad y la previsible despedida del deporte profesional de una de las principales ciudades de este país, de una las grandes catedrales del fútbol español.

A las pocas horas, Francho Serrano se ha puesto delante de los micrófonos, donde pasa casi el mismo tiempo que en el césped. Se le ve agotado de este lustro que empezó con la ilusión del principiante pero que le pesa como capitán de un barco a la deriva que cada día le viene más grande aunque se sienta referente. Es buen chico y el más honesto en el campo, y zaragocista de verdad, y no hay dobleces en su insistencia en reclamar a la afición como principal baluarte, en reconocer que la plantilla es la que debe sortear lo que se viene encima. Sin embargo agota ya hasta su bondad, que sea el eterno portavoz de tópicos erosionados y la tapadera de otros irresponsables que jamás dan la cara. «Por qué no vamos a salvarnos. El Real Zaragoza es capaz de todo», ha dicho. Entre la modernidad impostada y la angustia de un chico superado, la imbecilidad reclama la idiotez que creen percibir para alimentarse. No se lo permitan.

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