La primera vez que trabajé en un colegio concertado, una religiosa me dijo esto sobre la religión: “Yo no sé si Dios existe, pero he elegido creer que sí”. Algo similar creo que nos pasa a muchos con el Real Zaragoza. Tenemos serias dudas acerca de su salvación, pero no nos cabe en la cabeza o no dejamos que nos invada la idea de que pueda descender. Elegir es una actitud en la que muchas veces predomina el deseo sobre la racionalidad. Ser de natural optimista es una suerte para defenderse de los argumentos que te empujan a pensar que algo negativo está próximo, que puede suceder por mucho que parezca adentrarse en una dimensión inexistente.
Por eso somos mayoría los que queremos ver alguna luz en el empate del equipo aragonés contra el Córdoba. Primero que no se perdió (menudo consuelo) en el estreno del último revulsivo de la temporada, lo que habría apagado el 70 por ciento de la luz que ha traído Gabi con su llegada. Segundo, porque tras recibir el gol del Córdoba, el equipo mostró un amor propio que, aunque mezclado con desesperación y desorden, trajo por fin esa sensación de que un grupo de jugadores se está jugando la vida. Tercero, porque si se juntan en el campo Luna, Francho, Guti, Pau Sans o incluso Liso (aunque sea dándose cabezazos con la vida), y levantan los brazos mirando al público como si quedaran tres minutos de una final, La Romareda se pone a cantar “alé Zaragoza, alé alé” como un perro fiel que silencia su run run y se amansa consciente de lo que puede perder.
Para las viudas de Iván Azón, como el que suscribe, decirnos que Soberón, Dani Gómez o Bazdar son futbolistas de diferente estilo. Tienen cualidades que Azón jamás tendrá, pero no esperemos que encorran a las defensas rivales, suban la línea del equipo, intenten rematar cinco veces por partido, fuercen cuatro amarillas o transmitan valores como hacía el zaragozano, porque eso no es posible. Cualidades, por cierto, que le van a hacer debutar en el Calcio en cuestión de días, quizá ya este fin de semana contra el Empoli.
Un apunte sobre Poussin: también tiene querencia a estar debajo del larguero llueva o no llueva, como Femenías, pero es mejor portero, para más, te deja la sensación de salvarte de uno o dos goles. Que era mucho mejor Cristian lo saben en la Iglesuela del Cid. Y Edgar Badía, pero lo que hay es lo que debemos aprovechar.
Gabi me gusta mucho más que Ramírez para este contexto. Abrevia el mensaje y lo transmite bien. Tampoco tiene la lupa puesta en tantos detalles como la tenía MAR, en parte porque con el canario quedaba mucha más liga y también porque él fue quien atrajo el microscopio para examinar con detalle cosas que ahora mismo no eran tan prioritarias. Y le faltaron habilidades sociales.
Mañana voy a llamar a la religiosa de aquel colegio concertado, porque aunque era navarra y de Osasuna (de todo tiene que haber), sentía un gran cariño por el Zaragoza y quizá nos pueda decir cuánto quiere creer en Gabi.
No, si querer creer, creo. Lo que ocurre es que no me dejan!