¿Punto final al reinado de los parásitos?

Una vez consumada la permanencia, es necesario desligarla una vez más del concepto de salvación porque el riesgo de descenso y de mediocridad permanecen alojados en este Real Zaragoza de continuas regresiones desde hace 25 años. No es de ahora, ni exclusiva de la Fundación aunque haya hecho méritos para ello, esa involución que ha sufrido el club como consecuencia de personajes abúlicos como Alfonso Solans júnior; fronterizos con la delincuencia en el caso de Agapito Iglesias o magnánimos consigo mismos y su incultura futbolística por lo que atañe a los actuales propietarios. Un cuarto de siglo que ha dejado en las vitrinas tres trofeos, las Copas de la Cartuja y la de Montjuïc y la Supercopa, y algunos momentos memorables y aislados, todo, sin embargo, jalonado por una progresiva pérdida de estabilidad, de prestigio, de patrimonio. Lo único que se ha mantenido con dignidad y en ocasiones espíritu de lucha, con el lógico cambio generacional, es una afición cuyo compromiso y fidelidad están fuera de toda sospecha aún con la pandemia jugando y mucho en su contra. Esa manifestación de sentimientos enraizados en lo atemporal y en la entrega incondicional, sostienen en soledad los restos emocionales del edificio que se ha ido dinamitando económicamente por empresarios sin la más mínima intención de progreso y de sensibilidad con una institución con la que no han sabido ni han querido estar a su altura social.

La permanencia, por mucho que se quiera maquillar tras la figura de indiscutible valor de Juan Ignacio Martínez, en realidad una víctima al servicio de la peor versión del éxito, supone una dilatación de esta tragedia a fuego lento. Para fumigar esa tendencia a la supervivencia sin dignidad, se necesita no solo un cambio en la propiedad, sino la higenización de todos los despachos de club y de su actual infraestructura invertebrada de ambiciones, recursos, imaginación y capacidades a excepción de los responsables de la cantera, cuya profesionalidad contrasta como un oasis refrescante en el desierto. Durante las últimas semanas circula el interés de grupos de inversores que están recogiendo información para una supuesta compra del grueso de las acciones una vez consumada la continuidad en la categoría, requisito que se ha producido hoy. No se han mostrado en público rostros reconocibles pero se habla de una propuesta en firme sobre la mesa de César Alierta, un soporte insoportable tras siete años de colonización de ricos consejeros con sus bolsillos precintados para el gasto y abiertos en su mayor parte a suculentas nóminas a cuenta del achacoso presupuesto.

Con la Fundación hay una permanente sensación de mecenazgo cínico, de medias verdades y hasta de sectarismo. La remodelación de La Romareda y los beneficios que podría suponer para la burguesía inmobiliaria de la ciudad, con cachorros e intendentes integrados en el Real Zaragoza, ha coronado la cima de sus auténticas intenciones, pero la paralización de cualquier inversión pública en el estadio como consecuencia de otras prioridades frente al actual contexto sanitario ha provocado un frenazo en seco a esos oscuros objetos del deseo. El desgaste de Alierta, poco o nada conmovido con el fútbol, las escaramuzas en el consejo entre quienes quieren abandonar el barco o los que pretenden achicar agua para conservar una posición privilegiada que no tendrían en ningún otro lugar, han situado a los salvadores en una tesitura complicada para su imagen: seguir al frente de esta incómoda misión que erosiona su reputación o esperar a que capital externo comparta la penitencia o tome el relevo absoluto previa cobertura de los avales presentados por la Fundación.

A partir de este instante y mientras se produce ese desembarco aliado con lanzallamas de largo alcance para purificarlo todo con la tecnificación, el dinero y el tacto que corresponde a una sociedad del siglo XXI, el mapa informativo se trufará de positivismo, del borrón y cuenta nueva y optimismo en ese nuevo futuro con las lecciones aprendidas del pasado, de tópicos y maniobras que se han desinflado tras 25 años de falsas promesas, de proyectos sin fundamento, de gobernantes y embajadores sentados en sus ombligos y en sus cuentas corrientes. ¿Será el fin del reinado de los parásitos, de un Real Zaragoza que desde que se constituyó en Sociedad Anónima Deportiva se convirtió en pieza de cazadores furtivos sin escrúpulos? Si no fuera así, pasaríamos a lo ya intolerable por extenuante. A mendigar fichajes y cesiones a ciegas una a vez más; a decir sin rubor que el ascenso es el objetivo por historia; a las bocas cerradas; a vender a Francho y a Francés… El horror.

One comment on “¿Punto final al reinado de los parásitos?

  • Pedro , Direct link to comment

    Estos parásitos, salvaron al Real Zaragoza de su desaparición, poniendo encima de la mesa y de su bolsillo más dinero del que vería usted y yo en 10 vidas. Que mala memoria tiene usted. Será que su sectarismo político le produce secuelas en su memoria. Mientras haya periodistas que mezclen sectarismo político y fútbol, estaremos donde estamos. Saludos.

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