Los clubes anuncian la cesión del canterano al Getafe, un jugador de gran potencial, en una discutible operación de trueque con Gabi no reconocida por el Real Zaragoza
Hay quien piensa que la salida de Adrián Liso hacia el Getafe no supone ningún trauma. Que el chico no ha dado mucho de sí la pasada temporada en su experiencia completa en el Real Zaragoza y que, posiblemente, vaya de turismo a Madrid para jugar poco en Primera y regresar después de un año de cesión sin éxito para el futbolista. En el contexto de su rendimiento ese curso, en el que debería haber confirmado su calidad después de su arrebatador debut con 18 años el anterior, los apostadores pesimistas con su futuro tienen considerables opciones de acertar esa quiniela. Existe una trampa sin embargo en esa valoración, primero porque estamos ante un jugador de enorme potencial –sin duda aún en proceso de aprendizaje de cómo amplificar sus auténticas prestaciones– y segundo porque que cualquier análisis individual en el equipo conduce a concluir que la mayoría de los componentes de la plantilla han empeorado con creces sus versiones.
Liso ha estado obtuso, confundido, enredado por entrenadores que le han transportado por todas las posiciones, hasta la de lateral. En ese viaje infernal hacia la permanencia, ha acusado su falta de madurez, y en lugar de crecer se ha estancado. No obstante, el extremo se aleja por completo del perfil de chico del filial pasajero que hace dos buenos partidos para diluirse después. Cayó como una bomba en su estreno y en los encuentros posteriores, con la insolencia, la verticalidad e incluso el gol de alguien que viene para quedarse con nombre propio. Una zurda potente, un físico poderoso para su edad con capacidad para sacar centros de la nada que no se aprovechaban porque el área estaba desocupada por la falta de estrategia adecuada para exprimir sus virtudes. En ese momento, y con razón, el público en general contempló una perla por pulir.
También lo hizo José Bordalás, un entrenador que construye sus equipos con jugadores muy específicos, a los que exige sobre todas las cosas máxima intensidad. El técnico persiguió su fichaje el pasado verano pero el Real Zaragoza remitió a su cláusula. Sucedió que la trayectoria del equipo se torció por completo y en la búsqueda de la salvación tras la salida de Víctor Fernández y el despido de Miguel Ángel Ramírez, la propiedad eligió a Gabi Fernández, casualmente con relación contractual con el Getafe B. Los azulones aprovecharon la coyuntura y en la mesa de negociación para abrir la puerta al entrenador pusieron el nombre de Adrián Liso. Ese acuerdo nunca se ha reconocido, pero existe una dato que lo confirma: renovado Gabi un año más, tres días después el futbolista se despidió en redes sociales sin que ninguno de los clubes se manifestara al respecto hasta hoy, tanto el Real Zaragoza como el Getafe.
El trueque ha generado cierta división de opiniones, pero también una confusión paralela. El cambio era como mínimo discutible cuando se produjo y lo sigue siendo ahora. Liso ha dado poco este año, pero es un valor incuestionable que de convencer a Bordalás se irá para siempre; Gabi Fernández vino sin experiencia y en su paso por La Romareda para salvar al equipo no ha dejado huella trascendental. Su influencia apenas se ha detectado por mucho que sus garantes hayan percibido una mejoría atmosférica en el vestuario, un impulso anímico sin, por otra parte, la menor aportación futbolística. Se sacaron los puntos suficientes para lograr el objetivo, pero agonizando, con el Eldense colaborando en el salvamento y en su propia condena. El canje es a todas luces desfavorable. Inexplicable.
: Acuerdo con el Real Zaragoza para la cesión de Adrián Liso para la temporada 2025/2026.
¡Bienvenido a Getafe, Adri!
— Getafe C.F. (@GetafeCF) July 2, 2025
Política de CLUB de bajo perfil, sin planificación, navegando a la deriva sin rumbo, muy sencillo ¿En que gana el Real Zaragoza con este movimiento? yo se lo digo en NADA solo obedece a oscuros movimientos de los Piratas del Caribe con su Jhony Deep al frente Jorge Mas.
El silencio nos haría cómplices.