Qué vida ni qué niño muerto

La exaltación de la victoria contra el Huesca desfigura la realidad de un Real Zaragoza que no halló en el triunfo razones futbolísticas para creer que de esa forma evitará el descenso

Sólo falta que empapelen la ciudad con la sonrisa de Martín Aguirregabiria, autor de un gol magnífica plasticidad que dio la victoria contra la SD Huesca. O que levanten una estatua de bronce del lateral vitoriano frente al Museo Pablo Gargallo como la de Rocky Balboa en Filadelfia. Se ha buscado un héroe donde sólo hay un defensa muy normalito en esta etapa de su carrera. Son los efluvios de un equipo perdedor que por fin ganó sin razones futbolísticas aún para creer que como jugó el domingo evitará el descenso. Una cosa es que mereciera el triunfo y, lo más importante, que lo lograra por un cuarto de hora en el que devoró a un rival sin chicha competitiva alguna y otra bien diferente desfigurar la realidad, que es la de un colista que durante el resto del partido transmitió la misma onda de falta de recursos de siempre. El telón del lunes, día amargo como ninguno esta temporada, se ha levantado musculado por el titular de que el Real Zaragoza ha vuelto a la vida. Es incuestionable que la lejana y ardua permanencia pasa por el tamiz del triunfo repetido, y que había que empezar por un principio, lo antes posible. Los tres puntos son muy bien recibidos, exclusivos de ese tramo corto de furioso apetito sobre un Huesca emplatado para que le hincaran el diente y de un zapatazo que hizo temblar el estadio modular. Hubo una correcta administración del tesoro y coraje para conservarlo, pero el resto se redujo a un déjà vu de encuentros anteriores, plagado de enormes lagunas físicas y ofensivas pese a actuar con dos delanteros. La diferencia estuvo en un adversario que no entendió nada, ni siquiera que con una derrota se convertiría en equipo de descenso. El nivel de exigencia zaragocista, a todos los niveles, raya con lo insultante. Quien piense que esta es la línea a seguir y que hay que calcar el mismo comportamiento en Ipurua el próximo sábado, es que ha apostado dinero a favor del Éibar, invicto en su campo, competitivo hasta la médula y duro como el pedernal. Si el Real Zaragoza quiere vencer a los armeros y sentir que el oxigeno llega tímidamente a sus pulmones va a necesitar estar muy por encima del encuentro ante los oscenses. Porque gancho a la mandíbula de Rocky Aguirregabiria sólo hay uno.

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